El Código Penal español establece que quien se haya lucrado con los efectos de un delito o falta «está obligado a la restitución de la cosa o al resarcimiento del daño hasta la cuantía de su participación». Es la llamada «responsabilidad civil a título lucrativo», y es independiente de la responsabilidad penal, es decir, del «yo no he sido». A los chipriotas, y a los depositantes extranjeros en los bancos de la isla, se les está aplicando el espíritu de dicha figura jurídica. Muchos están diciendo «yo no he sido», o «qué culpa tengo yo», y en algunos casos con absoluta sinceridad. Pero la mayoría se lucraron en mayor o menor medida de los pecados de aquel modelo económico y financiero, a medio camino entre el paraíso fiscal y el puerto pirata.

Chipre ha progresado, entre otras actividades, acogiendo y lavando capitales de una suciedad extrema, incluidos en ello los 800 millones que Milosevic se llevó de Yugoslavia; dando bandera de conveniencia a navieras que quieren escapar a cualquier regulación; siendo muelle de tránsito para el tráfico de mujeres€ Los banqueros han engrasado a una parte sustantiva de la clase política, según se está sabiendo, y la clase política se ha complacido en la ceguera, cuando no en la complicidad. Así se ha construido un modelo de prosperidad que nunca debería haberse incorporado al euro.

Un club cooperativo en lo económico y en lo monetario no debe tener paraísos fiscales ni puertos piratas en su seno. Constituyen una competencia desleal que ya sería inaceptable fuera de la Unión y del euro; no digamos dentro de ambos. Eso es tener el enemigo en casa. No tiene ningún sentido que la Comisión queme neuronas propias y ajenas para evitar que metan carne de caballo en las hamburguesas de ternera, y nadie se preocupe cuando adulteran la competición por los capitales. Una armonización fiscal realmente seria y sin excepciones sería un buen camino para evitarlo. Fiscalidad y tesoro europeos con policía tributaria europea en beneficio de la credibilidad del proyecto.

Pero volvamos a lo que íbamos. Los ciudadanos chipriotas que se indignan y se manifiestan contra la quita de los ahorros, y que se irritarán y manifestarán contra lo que les viene encima, no se sienten culpables de los pecados cometidos por unos pocos: los banqueros, los gobernantes, los especuladores. Y tienen razón. Pero tales faltas y delitos llevaron a la isla una prosperidad que benefició al conjunto. Cierto que a unos más que a otros, pero eso ocurre con casi todas las prosperidades. En los puertos piratas de las películas solo unos pocos navegan con la bandera de la calavera, pero todo el mundo saca provecho de ello: tabernas, hostales, lavanderías, ultramarinos, herreros y calafates, mercaderes y albañiles. Cuando la armada de su majestad limpia los mares, el puerto pirata entra en crisis y sus artesanos y comerciantes se arruinan, aunque en su vida hayan empuñado un sable.

Chipre ha tenido más suerte. A pesar de su condición, el Eurogrupo va a correr con más de la mitad del rescate de su banca quebrada. El resto va a cuenta de la isla, en exigencia de responsabilidad civil a título lucrativo. Se quejan, pero más deberíamos quejarnos nosotros, que con nuestros impuestos vamos a salvar el pellejo a quienes nos han estado perjudicando. Eso es responsabilidad pecuniaria a título de pardillo.