La razón de todo el embrollo de los chiringuitos de La Malagueta la clavó el otro día el presidente de los empresarios de playas, Manuel Villafaina. "¿Qué mal hace colocar cuatro o cinco mesas arriba?" En la terraza, en esa que no deja la Junta que se pongan, ni Costas, ni el propio alcalde de la ciudad. Y el que dice cuatro, dice diez o todas las que se puedan, en el local más grande que nos dejen y en el que más gente quepa. Al más puro estilo mediterráneo de los últimos tiempos, el del cemento en la playa. Los empresarios ponen la pasta, es decir la madre del cordero, y eligen el diseño. Y el Ayuntamiento de Málaga, la concejalía de Playas, traga. Presentaron el proyecto a mediados de diciembre del año pasado. Una imagen virtual de un pequeño edificio blanco, difuminado en la arena. "Málaga tiene los chiringuitos que merece", dijo entonces Villafaina, y cuánta razón tenía. Ahora, cuando la obra está casi a punto, lo estamos viendo, unos champiñones de hormigón gigantes, que las autoridades municipales, las de Playas, dieron por bueno.

Por raro que parezca, no existe confrontación institucional del Ayuntamiento con la Junta o con Costas, no hay desacuerdo sobre cómo debe ser el chiringuito. Existen varios puntos que alimentan artificialmente el debate: una terraza impracticable que duplica la altura prevista, los aseos que van unidos al edificio principal y el torreón que se ha construido para alojar un montacargas que sube hasta la terraza. Las tres administraciones piensan lo mismo sobre la inoportunidad de la terraza y el torreón y creen que no se debe usar para el público. Excepto los empresarios y la concejala de Playas, Teresa Porras, que consintió el diseño. Su jefe, Francisco de la Torre, haciendo suyas las críticas del concejal de Turismo, Damián Caneda -quizá en acuerdo previo-, asegura que el diseño le parece mejorable, que "se podía haber hecho mejor" y reconoce que el tamaño "viene de una demanda de los propios titulares de los chiringuitos". Advierte también de que para próximas ocasiones debe haber más claridad "para que se conozcan los proyectos y se opine". Aquí está, desde luego, el problema. Con lo que se presentó en su día era complejo hacerse una idea de lo que se venía encima. No hubo participación ni debate previo y se aceptó la propuesta de los empresarios sin más. Y eso, añadiendo que también es una responsabilidad común que en su día no se ejerció, es una decisión que adoptó el Ayuntamiento. En otros municipios como Marbella los diseños son espectaculares, porque es de esto de lo que estamos hablando, de que los de La Malagueta y La Caleta no son precisamente un prodigio de la integración en un espacio ciudadano. Son toscos, grandes y feos. Las cuestiones de volumetría y de métrica las vigilan ahora la Junta y Costas en su momento, cuando tuvo algo que decir hasta abril de 2011, fecha en la que traspasó las competencias a la administración andaluza; menudo jardín en el que se metió. En Marbella, el Ayuntamiento tuvo un papel protagonista en el resultado final del proyecto y en Fuengirola lo impuso la alcaldesa, Esperanza Oña, para que no ocurriera lo que ahora vemos en Málaga, en una de las zonas más nobles y vistosas de la ciudad. Es la misma normativa para todos, las mismas administraciones y los mismos partidos, pero en Marbella y Fuengirola se ha hecho con más sentido común y con otros materiales, más cálidos, con presencia protagonista de la madera, por ejemplo.

Ahora el asunto está disparatado y se exigen cabezas, el PSOE la de Porras, pero hay que admitir que nadie puso reparos al principio excepto Costas, que limó las pretensiones de proyecto inicial. En 2010 se llegaron a plantear dos plantas y media de altura para estos restaurantes de playa en los que no sabemos si se puede entran en chanclas y cuánto costará una paella. Los empresarios, en su papel, piden la luna y no sería de extrañar que, con la excusa de aliviar el impacto visual con unas zonas verdes, quisieran también ocupar un buen trozo de playa, digamos unos cien metros más, para colocar más mesas. Ellos han ganado la partida.

@jrmendaza