Al finalizar el mes de agosto, el número de personas apuntadas en las oficinas de los distintos servicios públicos de empleo se ha situado en 4.698.783, lo que supone una disminución, respecto a la cifra del mes anterior, de 31 personas. Es el mejor dato sobre paro registrado, en el mes de agosto, desde 2010.

¿Podemos considerar que es un dato tan bueno como podríamos deducir de las reacciones oficiales?

Para contestar, primero, recordemos que, periódicamente, se nos ofrecen datos sobre el nivel de paro, procedentes de dos fuentes, ambas oficiales, y que son cuantitativamente muy distintas.

Por una parte, el Instituto Nacional de Estadística (INE) publica, trimestralmente, la Encuesta de Población Activa (EPA), que es una investigación continua que tiene por objeto obtener datos relacionados con el mercado de trabajo, como cuál es el tamaño de la población activa y el de la inactiva, y, dentro de la primera, cuántos ocupados y parados hay; para ello se realiza una muestra de 65.000 familias al trimestre, por lo que alcanza a unas 200.000 personas. Su grado de fiabilidad es muy elevado y, como norma general, ofrece una información de alto valor en relación con el mercado de trabajo. Al 30 de junio -dato del último trimestre- había 5.977.500 parados, según la EPA.

Por otra, el Servicio Público de Empleo Estatal, del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, publica, mensualmente, la estadística de demandantes de empleo, paro, contratos y prestaciones por desempleo, de la que se obtiene el dato del paro registrado que, como es fácil deducir, es un censo de las personas que se registran, como desempleados, en las oficinas de empleo de las distintas comunidades autónomas. Se trata de un dato puramente administrativo, con un valor, en mi opinión, muy reducido. Intentaré explicarme.

Supongamos que, permaneciendo todo lo demás constante, hay 31 personas que, en agosto, agotaron el plazo para percibir la prestación por desempleo y, como consecuencia de ello, decidieron no «sellar el paro». No es que hayan encontrado trabajo, pero el paro registrado se habría reducido en 31 personas. No ha sido así realmente; pero tampoco es cierto que en agosto el paro haya descendido en 31 personas, por mucho que sea verdad que ha caído, en ese número, los registrados en las oficinas públicas de empleo.

Hay personas que quieren trabajar y que, sin embargo, a la vista de la muy dudosa eficacia de las oficinas públicas de empleo como intermediarios que realmente consiguen empleo a sus usuarios, optan por no apuntarse, y ello pasa tanto entre quienes no han tenido un empleo anterior, como entre quienes sí lo han tenido. ¿Por qué se apuntan, pues, las personas a las oficinas públicas de empleo? No descarto otras razones, pero la que considero más sólida es que se trata de un requisito imprescindible para poder percibir la prestación por desempleo, cuando se tiene derecho a ella; lo que constituye un argumento suficientemente contundente.

Veamos qué ha sucedido con las afiliaciones a la seguridad social durante el mismo mes de agosto 2013.

Si observamos, exclusivamente, el dato puntual de fin de mes, veremos que, a final de agosto, hay 99.069 afiliados menos a la seguridad social; pero si buscamos un dato con mayor significado económico, deberíamos fijarnos en la afiliación media y, además, corregida de los efectos estacionales. En tal caso, la caída es menor: al finalizar agosto la afiliación media, ajustada estacionalmente, era de 16.225.647 personas, 14.563 menos que al finalizar julio.

¿Qué nos dicen esos datos? Sencillamente, que en el mes de agosto ha continuado disminuyendo la ocupación; al menos la «legal». El número de afiliados a la seguridad social es un dato más valioso que el paro registrado, aunque también tenga limitaciones, toda vez que existe mucha economía sumergida.

La cuestión es si estos datos justifican la euforia que transmiten algunos. En mi opinión, en absoluto.

Los datos actuales muestran que estamos teniendo una temporada turística excepcionalmente buena, en parte explicada por acontecimientos internacionales que mejoran nuestra posición como destino vacacional, y también que se ha producido un importante repunte de las exportaciones españolas, de forma que podemos concluir que nuestro sector exterior está mostrando, al menos coyunturalmente, gran robustez. Pero, primero, deberíamos esperar para ver si esta evolución se consolida en los próximos meses y, como se prevé, salimos de la recesión, para, después, comprobar cuál es el nivel de crecimiento y cómo se traduce, en su caso, en la creación de puestos de trabajo y de qué tipo.

El anterior presidente del Gobierno reiteró en exceso que no estábamos en crisis, sino que la economía estaba desacelerando su crecimiento. Inmenso error, como lo sería afirmar que pensar que salir de la recesión implica que la crisis ha terminado.

Antes de cantar victoria, habrá que ver cuál es el gasto en educación, en sanidad y en servicios sociales; cuál es el nivel de endeudamiento de las familias, cuál el poder adquisitivo de los salarios y de las pensiones, etc.

Resulta bochornoso escuchar al ministro de Hacienda decir que estamos ante un «fenómeno inédito» o que «España es el gran éxito económico del mundo». Mejor ni comentar.

Lamentablemente, estamos lejos de superar una crisis que nos ha hecho perder derechos, ha abaratado la retribución al trabajo y ha ahondado en la desigualdad. Y es que estamos ante una crisis de sobreendeudamiento, originalmente privado, y ahora también público; y hasta que no se reduzca significativamente dicho endeudamiento, será difícil que el crédito fluya y sin crédito no veremos un crecimiento capaz de generar suficiente empleo.

Sean cautelosos, por favor; y no humillen e insulten más «al personal».