Por todos los rincones de esta España nuestra ha resonado la bofetada que las entidades financieras rescatadas con dinero público y las cooperativas aceiteras, agrupadas bajo la marca Dcoop, han propinado al hasta ayer ministro de Agricultura y a la sazón candidato del PP a las elecciones europeas, don Miguel Arias Cañete. Se creía el preboste metido a político que su santa voluntad bastaba para meter en razón a los gestores del aceite de oliva nacional, que deberían confluir en Deoleo para configurar un actor protagonista en el mercado mundial del oro líquido. Pero nadie le ha hecho caso. Entretenido en negar la evidencia de su elección como cabeza de lista en las europeas, distraído de sus obligaciones ministeriales, la dejadez de Cañete ha dado como resultado la victoria de la pérfida Albión y la conquista, por el fondo CVC capital partners, de la mayoría accionarial en Deoleo, llevándose a Londres la toma de decisiones como se llevara en su momento sir Francis Drake las barricas jerezanas a la London Tower como botín de guerra.

La propia prensa conservadora ha aullado de dolor ante tamaña tropelía. Ha pecado Cañete de torpeza y dejación de funciones; ha actuado nuestra banca rescatada con el mismo patriotismo económico con el que eluden el pago de los impuestos que les corresponden -apenas 500 millones de euros en 2013 cuando han sobrepasado los 7.000 millones de beneficio corporativo-; y ha desafiado Hojiblanca -es decir, Antonio Luque- la autoridad moral y política del Ministerio de Agricultura al vender su porcentaje a los británicos y deshacer la constitución de un grupo de referencia nacional, con la posible intervención económica del Estado a través de la Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI). Y es que cuando se trata de un puñado de euros, todo vale para nuestros patrioteros gestores empresariales.

No se comprende tanta prisa por vender. A raíz del agrupamiento empresarial de distintas compañías (desde Cuétara a Hojiblanca) bajo el paraguas de Deoleo, líder mundial en producción y propietario de varias marcas de referencia en el mercado mundial del aceite de oliva (Koipe, Hojiblanca), se abría la puerta a la constitución de un conglomerado español de referencia, actor protagonista, como se ha dicho antes, en el difícil pero influyente mercado global. La venta de las participaciones en manos de Bankia y de Banco Mare Nóstrum (rescatadas con dinero público) avisó del peligro cierto. La decisión de Dcoop (Hojiblanca) de vender a los intereses británicos ha sido la gota que ha colmado el vaso, un torpedo en la línea de flotación del candidato popular y todavía entonces ministro de Agricultura, que el domingo en Valencia seguía hablando de Zapatero después de haber perdido la cartera y la honra ministerial.

Por ahora lo que se ha anunciado es que se pretende vender en junio. Quizás todavía no sea demasiado tarde y desde Moncloa se tomen en serio la necesidad de mantener bajo control español la influencia y capacidad de decisión en un sector agroindustrial estratégico para España y para Andalucía. Mucho hablar de sacrificios, de Marca España y de Cataluña independiente para luego permitir, por acción y por omisión, que sean los ingleses los que se queden con nuestro aceite de oliva. Ver para creer. Con patriotas así no hace falta agitar la bandera gritando que se rompe España. Ellos solos se bastan y se sobran para romperla. Eso sí, por el camino algunos se están haciendo multimillonarios. Bruselas bien vale una misa. Esta vez regada con aceite de oliva. ¿O era olive oil? Nos tendremos que ir acostumbrando.