Nutrición y cocina

El pueblo, siempre empirista, suele despreciar el juicio de los intelectuales con la excusa de que no tienen experiencia. Por muy joven que se sea, es imposible encontrar a alguien que carezca de experiencia. Todo el mundo tiene alguna, pero el intríngulis consiste en saberla aprovechar, lo cual no es una cuestión de edad; es una cuestión de inteligencia y sensibilidad, y ambas cualidades reunidas, son muy pocos quienes las poseen en la medida suficiente. Verbigracia, se puede tener una muy dilatada experiencia en tareas culinarias y, empero, no tener conocimientos sobre nutrición, aunque se preparen unos platos exquisitos.

Inversamente, un bromatólogo o especialista en alimentos puede que no sepa ni freír un huevo. En una situación de apuro, en la que no se puede cocinar, es más aconsejable, en aras de la supervivencia, seguir los consejos del bromatólogo que, aunque no sepa guisar, sí sabe lo que es idóneo para sobrevivir y vivir saludablemente lo cual, aunque no se estile en nuestro mundo de sobrealimentados, es posible conseguir sin encender el fuego. Así lo hacían nuestros antepasados los antiguos romanos.

Antonio Romero Ortega. Málaga

Ejemplo papal

Dicen que el papa está muy molesto porque el cardenal Bertone se va a trasladar a un lujosísimo ático de setecientos metros. Sí, se trata del mismo Bertone que vino como vicepapa a Madrid para darnos un sermón sobre los derechos humanos, cuando el Vaticano no sólo no cumple, sino que ni siquiera ha firmado muchos de los acuerdos de las Naciones Unidas sobre derechos humanos algunos tan elementales como la igualdad entre los sexos o el derecho de sindicación. Si Francisco, como ha proclamado, está contra el que la Iglesia tenga «príncipes» (¿cabe mayor burla al Evangelio?) tendría que empezar por dejar de ser de hecho, si no ya de palabra como antes, «el Papa-Rey» y dejar de elevar a los altares a toda prisa a los papas que le precedieron, incluso algunos con tantos peros como Juan Pablo II, al que ha añadido, para disimular, a Juan XXIII, «el papa bueno», distintivo respecto a los demás que es muy clarificador. También tendría que firmar los citados acuerdos de derechos humanos, en vez de incumplir los que ya se han firmado, como acabamos de constatar respecto a la pedofilia, y adecuar la Banca Vaticana a las tan elementales normas de ética ya obligatorias en la UE, pero aún no en el Estado que debería ser el que diera el ejemplo.

Antonio Caballero Garrido. Málaga