Me sigo acordando de aquella noche que yo estaba en el brasero en casa de mis padres. Lo solía hacer en las madrugadas de los fines de semana cuando era un adolescente imberbe. Por entonces, mi hermana y tú erais compañeras en la Universidad y yo seguía utilizando el uniforme de El Limonar, muy cerca de donde vivías. Y te digo que me acuerdo de aquella noche porque fue un rato tan estúpido pero maravilloso que lo traigo a la memoria recurrentemente. Como ya te conté el año pasado, sigo esperando que cuando ando por calle Strachan bajes a echarte un cigarro. Pero no. Incluso cada vez que veo a Loma salir del periódico por la plaza de Uncibay me acuerdo del maldito Houellebecq. Por cierto, a ver si le echas una manita a Migue (@mikemedianoche) y consigues #UnTrabajoParaMike, que un tío tan creativo y currante (con su Sufridores en casa) no puede estar parado. Él es un poco tú. Eso, que sigue habiendo muchas cosas que me recuerdan casi cada día a ti. ¡Ah! Qué susto me llevé hace tiempo€ El 15 de enero a tu Twitter le dio por contarnos que habías conseguido 12 puntos en el Letris. Vamos, no me jodas. Por cierto, que cada vez que te escribo me acuerdo más y más de Marga. El otro día estuve con Suanzes, un compañero de El Mundo en Madrid y le hablé de ella. No sé. Os relaciono mucho, sois parte de una época muy importante de mi vida. Esa en la que aprendí el oficio de periodista viendo cómo la profesión se iba al carajo, y como han ido cerrando medios y otros van aguantando a duras penas a costa de sus profesionales. Qué os voy a contar a las dos de eso.

Te echo de menos y cada vez que tu hermano actualiza su Facebook y veo tu foto€ pues imagínate. O cuando Álvaro, de vez en cuando, te dice cosas en su muro. Y eso hace que sigas aquí, otro año con nosotros. En nosotros. Dos años ya sin ti, Olga.