Qué pasa con la autoridad hoy día? ¿Se está perdiendo? Son preguntas que no dejan de escucharse en la actualidad en la que vivimos. ¿Qué está pasando con nuestras autoridades? Parece que más que una pregunta, se trate de una queja de la ciudadanía. Pero, ¿qué es la autoridad? Si buscamos la definición en el diccionario de la Real Academia Española, encontramos entre otras, que la autoridad es el nivel de influencia que tiene una persona sobre un colectivo. La autoridad también es el prestigio ganado por una persona u organización gracias a su calidad o a la competencia de cierta materia o poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada.

A la vista está, que después de leer estas definiciones y aplicarlas a quien tradicionalmente gozaba de autoridad, se comprenda que la esté perdiendo irremediablemente. Tomando literalmente la definición, ¿qué persona o entidad conocen que tenga influencia sobre un colectivo y goce de un prestigio ganado gracias a su calidad o a la competencia sobre cierta materia en la actualidad? No está nada fácil la respuesta.

También es cierto que el paso siguiente sería plantearnos cuál es la interpretación social que se le da a este concepto. En mi opinión, la mayoría de las veces pensamos en autoridad como status de poder económico, porque ya me dirán para qué sirve tener un status, por ejemplo, cultural hoy día. Siendo así, está claro que una gran parte de la sociedad siente pasión por la autoridad. Y no sólo quien ostenta la misma, sino también quien se ve afectado por ella. Pero, ¿hasta qué punto?

En los últimos tiempos, la institución que goza de mayor autoridad en nuestro país (interpretando autoridad como status económico) es el Banco Central Europeo, el cual, como se puede observar claramente en las noticias a diario, se dedica a imponer recetas económicas para «salvar» nuestra economía. Como por ejemplo, el rescate a nuestras bancas. Pero, ¿para qué queremos los ciudadanos de un país que rescaten a nuestros bancos en plena crisis si muchos de nosotros no tenemos ni un techo donde dormir ni podemos darle una alimentación básica a nuestros hijos? ¿No sería más lógico que el dinero dedicado en salvar a los bancos se dedicase a salvar a las personas que forman un país?

Pero no se engañen, somos los propios ciudadanos los que estamos defendiendo intereses que van contra nosotros mismos y promoviendo situaciones que están colaborando con nuestra propia destrucción. ¿Cómo? Pues votando a gobiernos que nos están destruyendo, que son simples marionetas de las autoridades superiores. Los cuales, aparte de aplicar con total automatismo las recetas económicas que les imponen, aprovechan su status para robar el dinero que nos cuesta «sudores» pagar al Estado en forma de impuestos. Y es tan común, que ya lo vemos como algo natural. Incluso les volvemos a reelegir para sus cargos.

La única explicación que se puede encontrar es que tenemos miedo al cambio. Tenemos miedo a construir un nuevo sistema desde cero. Es normal, porque nuestro sistema nos impone que no paremos de producir. El único valor que parece importar es ser lo más rápido y eficaz posible, y claro, con tanta rapidez, ¿cuándo tenemos tiempo para plantearnos qué está pasando? Da la impresión de que estamos en un punto de no retorno, en el que no nos convence lo que ha sucedido hasta ahora, aunque no sabemos cómo afrontar el futuro.

Igual ha llegado el momento de darle otra interpretación a la autoridad. Creo que vamos a estar obligados a ello, porque ya no nos sirve lo que hasta ahora hemos sostenido. En nuestras manos está construir una autoridad diferente. ¿Nos atreveremos?