Acabo de oír por la tele que a cierto futbolista lo mantienen «guardado entre alfileres» para que pueda jugar el próximo partido: muy mal lo deben de querer en su equipo para preservarlo entre clavos finos en vez de «entre algodones», como se solía decir hasta ahora. Otro comentarista se convertía en psicólogo o filósofo hace un rato por la conducta de la grada durante la celebración de un gol: «¡Hay que ver de cuántos sentimientos es capaz el ser humano!», exclamaba conmovido. Y otro más se contradecía: «Estoy en estado de shock», lo cual es imposible que diga alguien que se encuentre realmente «en estado de shock». Como sentenciaba un clásico, «el fútbol es una empresa ardua para entender en profundidad», pero mucho más difícil nos lo ponen los «expertos» de los medios, empeñados en una sofisticación tal del lenguaje que estoy por llamarla «sofisticacización», mucho más finolis.

El gran periodista argentino Dante Panzeri rescató muchos términos del fútbol clásico (tipo «chanfle», es decir, lo que en España llamamos «rosca») para sus comentarios; pero vio cómo el lenguaje posmoderno los exageraba para producir frases que parecen sonar muy de entendido sin que sean otra cosa que palabrería inútil, verborrea «sofisticacizada». Aquí van unas cuantas para que usted, amable lector, se muestre como gran autoridad «sofisticacizada» hasta el fin de este Mundial «desespañolizado». Si los jugadores son individualistas o «chupones» es que «falta comunicación de pelota». Cuando no se mantiene la intensidad todo el partido es que se «trabajó por secuencias». No diga usted que le llegó a alguien el balón: diga que «recepcionó un envío». En caso de que el portero vaya colocando la barrera defensiva de manera que pueda tener una visión apropiada del lanzamiento de una falta, sepa usted que se trata del «lineamiento óptico del guardavalla», nada menos. Un delantero no se encuentra en «off-side» (u «orsai»): lo que ocurre es que ha sido «sorprendido en posición equívoca». Puede abrirse el juego para crear espacios, pero, claro está, una vez abiertos «allí se requerirá una presencia que articule el relevo y explote una larga franja desocupada», ole y ole. Un futbolista que se reserve para la segunda parte hará que usted diga: «Se lo vio más plástico en el segundo tiempo». Alabe al grupo diciendo que «es un equipo que domina todas las bisectrices», signifique eso lo que signifique eso. Si no ha quedado claro, añada que «es una escuadra bizarra y enjundiosa». O bien, siente cátedra alzando la voz y asegurando que «la triangulización del medio campo superó a la esquematización circulatoria del oponente». Critique al centrocampista que se ausenta mentalmente del choque con estas palabras: «No busca la comunicación ni se muestra para receptar». Un jugador puede ser un petardo, pero mostrar voluntad; defínalo entonces así: «Pese a su desacertado desempeño mostró mucha contracción al trabajo». El contrario «resultó un adversario peligroso si bien no consiguió armonizar». Resuma así una táctica: «Anduvo bien la defensa con dos marcadores de punta que abanican al centímetro y un defensor central interceptando los cambios de frente con grandes reflejos». Y tome mucho aire en los pulmones para quedar como el príncipe de los tertulianos del balompié soltando de carrerilla lo siguiente: «Fue dúctil proyectándose en ambas diagonales y repentizando sin más, pero su tránsito fue inútil porque no se establecieron los tándems, preocupados como estaban por establecer prioridades en los cruces».

Si aún le quedan ganas, desgrane frases incomprensibles: «Habría que adherir todos los arbitrios a que debe acudir el fútbol moderno». O no se prive de contradicciones; por ejemplo, afirme que un defensa «frenó raudamente». Gracias a todo ello, quedará como el amo de la esquina del chigre€ o como un fantasma redicho. Eso sí, finalice siempre sus posmodernidades «sofisticacizadas» alzando la nariz y sentenciando: «¡Ay, qué difícil es el fútbol hasta para los que sabemos!». Amén.