Petróleo o turismo. José Luis Mota Garay . Las Palmas

Si se plantea así el dilema, parece que nuestro interés es crear polémica, discutir. Al menos en Canarias, hemos estado un montón de años en los habíamos aceptado que no nos habían tocado riquezas minerales, aparte de la piedra de Arucas y otras rocas, de adorno para sillerías, fachadas… que lo único natural y valioso que, de verdad, teníamos era sol, playa y buen tiempo. Por lo que nos convencimos de que lo nuestro era el turismo y lo pusimos como pilar de la economía. Nos conformábamos, incluso dábamos gracias a Dios, porque otros, países o regiones no tenían, ni eso.

Las prospecciones nos podían dar a la pregunta: y nosotros, ¿por qué no vamos a tener petróleo? Si el resultado es positivo, lo que era, y sigue siendo una esperanza, se puede convertir en realidad; porque el que descubre un pozo de petróleo es como el que descubre un tesoro. Es natural que los muy amigos de la riqueza del mar y la playa tengan miedo de que se produzcan derrames, que luego pringuen, (llenen de «pinche») las playas cercanas. Se establecen dos frentes de opinión. A favor: es una riqueza que no se puede desperdiciar; o bien: «Mira que si por crear más riqueza, destruimos la que tenemos por contaminación del petróleo». En cuestiones como ésta hay que recurrir al «talante democrático», porque hay razones para ser partidario de una u otra postura: nada de de creer que mis razones son las únicas acertadas; y acusar al que tiene otro punto de vista: «No seas idiota, no ves que…». El dilema lo tiene que juzgar y dar su veredicto el que tiene entre sus misiones determinar el «bien común», el que detenta la autoridad.