Sueño con una campaña electoral que se llene de otras inauguraciones y de buenas noticias. Estaría bien que la pegada de carteles de Susana Díaz fuera en el Cottolengo o en Aspromanis, a los que en más de un momento de esta legislatura ha ahogado en su maltrecha tesorería y que en lugar de un cartel les dejara un cheque. Sería estupendo, que en lugar de correr para inaugurar nada menos que dos museos, el alcalde se diera prisa en anunciar su lista al Ayuntamiento en el río, donde los Ángeles Malagueños de la Noche dan de comer a diario a quien no tiene. Museos por cierto que todo sabemos lo que nos cuestan pero no sabemos lo que valen. ¿Se imaginan a Bonilla diciendo que Rajoy viene a resolver el problema de los Baños del Carmen?, pero no a prometer, sino a resolver. Susana debería aparecer por los colegios y, además de escenificar su maternidad con los niños, decirles a los profesores que les devuelve la paga extra que les quitó, pero no a prometer que lo hará, sino a hacerlo, porque puede, porque en el BOJA ella publica lo que quiere.

Sería una campaña sin promesas, solo con acciones. Es como cuando conoces a una chica: no le prometes flores, se las regalas. Una campaña en la que estuviera prohibido prometer, sólo hacer. Buenas soy el candidato y esto es lo que hago: «Hola soy Moreno Bonilla y durante estos años de trayectoria he sido así y así seguiré», o la candidata Susana, que dijera «Hola soy Susana he usado a los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, profesoras y profesores y demás funcionarios públicos a mi antojo y esto es lo que os presento». Nada de promesas, hechos, realidades.

Si siempre han sido de una forma no hay por qué pensar que no vayan a seguir siendo así. No hay mejor predicción del futuro de un político que ver lo que ha hecho.