Susana Díaz vino ayer a Málaga. Castigó al regidor, que como novio nervioso la aguardaba en las escalinatas, con un retraso de cuarenta minutos. Pero ha tenido el buen tino de elegir a De la Torre como primer alcalde al que visita. Aún siendo del PP. Aunque no cualquier alcalde del PP: el más importante que los populares tienen en toda España.

Se produjo un pelín de bienvenido Mister Marshall: todos los concejales y asesores y técnicos y un ramillete de funcionarios aguardando en la puerta o dentro a la entrada. La entrevista duró casi una hora, que no es ni mucho ni poco pero es bastante para quienes ya se conocen y lo que pretendían era una primera toma de contacto en la nueva etapa institucional. Díaz teme a los alcaldes, dado que por sí solos constituyen un importante frente reivindicador ahora que además tiene varios grupos en la oposición del Parlamento andaluz, y no uno o dos como ocurrió en la pasada legislatura. Los titulares que han salido del encuentro inciden en que van a coordinar políticas antidesahucios. A los socialistas, y no digamos nada a los del PP, les han importado un jamón con puerros los desahucios estos años. Pero ahora se les ha inoculado el gen podemita sobre este asunto y nos lo venden como algo prioritario. Los emergentes han cambiado la agenda de los tradicionales, no cabe duda. Como no tienen medidas concretas y efectivas para este asunto de los desahucios venden no sé qué de una oficina en la que además lían a la Diputación, que bastante tiene con existir y no tener déficit. No obstante, sí es verdad que Díaz viene de aprobar en el primer consejo de su Gobierno que los bancos estarán obligados a someterse a arbitrajes y en la medida de lo posible a negociar una alternativa para familias en situación de vulnerabilidad. También hablaron del metro, y ahí De la Torre mostró su querencia por no cumplir lo pactado. Díaz hizo ver que era partidaria de que llegase a la zona del Civil en superficie y hasta les dio tiempo para hablar (de que pague la UE) un puente de acceso al aeropuerto. De la Torre entregó tres cartas a Díaz. Antes, cuando un presidente de algo iba a algún sitio, el alcalde o autoridad de turno le regalaba una frasca de vino del lugar y algún nunca bien ponderado embutido autóctono. Y algo de cerámica, que cerámica hay en todos los sitios y es muy socorrida aunque algunos opinen que está pasada de moda. Pero el alcalde prefirió empapelar a Díaz, al que un subalterno tendría seguramente que agarrarle luego el cartapacio lleno de misivas. Un calor importante hacía.