Cada año, septiembre comienza el mismo día de la semana que diciembre. Tras el tórrido verano, muchos somos los anhelantes por el suave roce del frío en el rostro para recoger la cosecha en este período de vendimia. En la actualidad y con esta coyuntura tan aciaga a niveles existenciales, embargándonos nuestro deambular vital, este tiempo de recolección se dibuja por el fruto de la paciencia, especie madura la cual debemos sembrar de forma rutinaria para creer como Bertrand Russell en la posibilidad de la felicidad humana.

El filósofo británico definía al hombre feliz como al ser quien no padece el fracaso, cuya personalidad no se escinde contra sí mismo; percibido como habitante del universo, gozando libremente del espectáculo contemplado y de las alegrías generadas en su entorno. Este autor planteaba que gran parte de las dificultades atravesadas por el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas. Por tanto, sería recomendable en nuestro quehacer, para hacerlo más saludable, de vez en cuando, poner un signo de interrogación sobre aquellas circunstancias dadas como seguras durante mucho tiempo.

El alcalde de Málaga plantea como «lógico» el final de su último mandato al frente del Consistorio y propone un mecanismo consistente en una técnica de investigación social para seleccionar a su sustituto. Es decir, sugiere una herramienta para consultar a la ciudadanía por el candidato más apto -buscando el consenso- para dirigir el futuro de esta urbe. A colación de lo esbozado por el corregidor, todo ello nos conduce al pensamiento de Russell cuando nos invita a reflexionar: «Lo más difícil en la vida es aprender qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar». Evaluemos, por fin.