Ana Oramas se erigió para muchos en la voz calmada de «la gente». Esa masa informe de la que Pablo Iglesias quiere adueñarse. «La gente». La diputada de Coalición Canaria subió al estrado este fin de semana con la tranquilidad de quien está seguro de lo que dice. Sin alharacas ni concesiones a la galería. Para eso ya estuvieron Rufián, con su lamentable consecución de tuits en forma de discurso sin estructura ni calidad en su oratoria, o el deleznable Matute. Oramas, a diferencia de los Hernandos, dejó clara la diferencia entre enemigo y contrincante político. No, no es lo mismo pelear que dialogar.

«No se puede hablar desde el odio y el rencor, sobre todo cuando se es joven y se tiene odio y rencor», esa sencilla oración repetitiva tiene un mar de fondo inmenso. Hay muchas formas de decir las cosas, la de Oramas el pasado sábado fue tan sencilla, tan clara, tan directa que casi parecía que se había equivocado de lugar. Tono seguro, calmado y con un tinte casi maternal. Oramas fue una oradora que tenía una clarísima línea argumental y eso se echa en falta en muchos de los políticos que se suben a la tarima del Congreso.

«Aquí y ahora», empezaba Oramas con las palabras del loro de Aldous Huxley en su novela La Isla (¡Oh, casualidad!). Aquí y ahora hace falta recuperar la dignidad de una Cámara que está desdeñada en las calles porque de puertas para adentro sólo hay sangre en los colmillos, miradas de asesino y palabras de macarra. En el Congreso vimos este fin de semana momentos de una bajeza insospechada. Frente a eso, en el lado positivo, yo me quedo con una Ana Oramas que, buscando el beneficio de los canarios, supo tener claro qué es lo que hace falta aquí y ahora en España.