No hay derecho

No hay derecho. Una frase muy común que, sin duda, todos los políticos han utilizado más de una vez, antes de ostentar tal condición y que, tras ocupar el más humilde de los cargos, olvidan. Una frase, una exclamación, fruto de la excitación y la indignación que produce observar una injusticia, la desidia de la administración, la negligencia de los cargos públicos, la indiferencia de los ciudadanos. Todo tiene un hilo conductor, la ausencia de cultura y la educación cívica que ésta irradia.

Una ciudadanía inculta es indiferente generalmente a la acción/inacción de sus representantes, a la diligencia de la administración ante el infortunio del prójimo, al diálogo constructivo con su acuerdo. Al común de los ciudadanos solo les mueve el interés particular, a veces disfrazado; sufren de miopía y la corrigen con anteojeras.

El derecho es un recurso para garantizar la convivencia, desde la Carta Magna hasta la más humilde de las ordenanzas municipales, pero es difícil hacerlo comprender sin una adecuada actitud pública. ¿Cómo exigir el cumplimiento de los derechos constitucionales si los derechos y las obligaciones vecinales no se reconocen en un caso ni se exigen en otro?

¡Qué tristeza produce oír hablar de la gastada «participación ciudadana», o la olvidada «protección animal»! Es necesario promover una «masa crítica» de ciudadanos comprometidos con el diálogo con una sola seña de identidad: la bondad Compañero del alma, compañero.

Javier E. Eguiluz González. Málaga