Empieza la temporada de barbacoas y Rajoy está casi en su punto. Doradito, crujiente por fuera y tierno por dentro. Es lo que tiene ser cocinado a fuego lento, sin prisas, con ese punto (chup, chup) que da la cocina tradicional, a la que se le dedica el tiempo necesario para alcanzar un bocado exquisito, un manjar digno del cocinero más exigente. A Rajoy hace mucho tiempo que lo pusieron en las ascuas y él no lo sabía, o lo sabía y jugó con los tiempos para dar su jugo, o también su juego, aceptando un destino plagado de corrupción, viejos recuerdos y amigos para siempre. La trama Gürtel ha sido la puntilla de una herencia envenenada de financiación irregular llevada a cabo por quienes, por mucho que pasen los años, fueron sus compañeros de viaje. Un pesado equipaje por facturar, porque siempre pasa factura. ¿Algo que declarar? Le preguntaron en el aeropuerto de la política. Y el gallego se hizo el idem, mire usted.

El PSOE, muy dado a ello, ya lo está vendiendo por porciones, con una de patatas fritas de regalo, como en esos puestos de comida precocinada que te salvan de un domingo resacoso o de un gorrón inesperado. En cambio, en Ciudadanos, que son más de fijar estrategia tras consultar con el poder en la sombra, prefieren ahumarlo, despiezarlo, conservarlo y entregarlo al mejor postor, pues no son pocos los que se frotan las manos al saber que hambre que espera hartura no es hambre ninguna. Por allí resoplan salivando, como en esas fiestas populares en las que regalan raciones de paella pasada y la gente se agolpa como si fueran a darles maná. Señora, no me sea ansiosa, dice a mandíbula llena un paisano con cuatro platos en cada mano.

Rajoy aún no ha dicho su última palabra, como Santa Potamiena, que durante su martirio pidió ser introducida muy lentamente en un caldero de resina hirviendo para demostrar su fortaleza al confiar ciegamente en Dios. Rajoy cree que aún está a tiempo de apearse, pero me temo que ya tiene la manzana en la boca y la rebaba mantecosa salpica demasiado. A ver quién se le acerca ante semejante panorama. El aroma a chimichurri recorre Génova. Si huele bien sabrá mejor, que diría mi abuela. Supongo que es el precio que hay que pagar por aceptar un legado de estiércol a beneficio de inventario y convencerte de que huele a lavanda.

Correa, Matas, Bárcenas, González y un largo etcétera que, por ahora, se cierra con Zaplana. Punto y seguido, patada a seguir, me temo. Lo gracioso de todo esto es que por aquí, por el sur, nos esperan los ERE de Chaves y Griñán, y con cada testifical se les pone carita de vaca vieja, esa que nos venden por buey de primera. Yo es que veo a Chaves y le adivino andares de lechón, hechuras de lomo alto relleno de panceta. Y aprovecho para reclamar de una vez por todas un asunto de extrema importancia, un tema peliagudo que, por no ser afrontado claramente, está haciendo un daño irreparable: Quien no lleve panceta a una barbacoa merece que lo tengan todo el día a rúcula. Tal cual lo digo.

Así que ya ven, sólo los flamantes partidos, tan altos, tan guapos, tan de merluza a la plancha ellos, están libres de corrupción. Pero no teman, es porque aún no han tenido tiempo ni ocasión. Hay casos de corrupción más antiguos que la propia existencia de Podemos o Ciudadanos. Ya pagará el francés el vino que se bebió. Hay recetas para todos los gustos y muchas bocas que alimentar.

Y ahí sigue Rajoy, como la rana del experimento. Si usted echa una rana en agua hirviendo, saltará inmediatamente fuera del cazo, pero, si la echa en agua fría y va aumentando poco a poco la temperatura, morirá abrasada sin darse cuenta. Creo que quien hizo este experimento estaba muy aburrido y no ha cogido una rana en su vida, que era un poquito psicópata, también, pero la anécdota me viene como capitel griego para esta columna de raciones y traiciones. Es lo que hay.

Como digo, ahí sigue Rajoy. Asándose muy lentamente, a punto de caramelo, preguntándose a cuánto estará el kilo de sí mismo. Mientras tanto, desde su placentero retiro marbellero, Aznar sigue mandando sacos de carbón. Que no se apague ese fuego. Rivera traerá las cervezas.