Søren Kierkegaard, el padre de la filosofía existencialista, refiriéndose al ser humano, decía que el yo no es algo que es, sino algo que será. Es decir, que el yo es una tarea. Y, en estos tiempos de convulsiones políticas, uno, desde su minúscula capacidad cognitiva, cuando contempla su entorno abarrotado de sapiens politizados a la moda, se pregunta: ¿cuántos de estos sapiens que pontifican una cosa y su contraria sin despeinarse, lo sabrán? ¿Cuántos sabrán que el yo no es algo que es, sino una tarea infinita en pos de ser? ¿Cuántos de los que arengan y conjugan el verbo circunloquiar -que, por cierto, no existe- en todos sus modos y tiempos, habrán leído a Kierkegaard con unas migajillas de atención e interés?

Resulta curioso que cada vez que me sumerjo exprofeso o espontáneamente en las meditaciones del maestro copenhagués, por arte de birlibirloque, termine echándole el brazo por el hombro a Paul Valery, el intensísimo y polifacético hombre de letras galo, y musitándole al oído:

-Que sí maestro, que sí, que usted tiene toda la razón, que los sapiens, de más en más, somos animales encerrados fuera de nuestra propia jaula.

Solo el que huye de sí mismo es capaz de encerrarse fuera de sí. Encerrarnos en nuestras afueras es parte de la naturaleza de los sapiens sordos de sí mismos, que cuando verificamos la verdad inequívoca de que todo el que huye termina tropezando consigo mismo, pues nada, que no cunda el pánico entre el personal... A grandes males grandes remedios. Es decir, ¡allez hop!, nuevo salto mortal y medio sin red, nuevo encierro fuera de nuestra propia jaula y nueva oportunidad de enredarnos en el bucle sin fin de la selva de las huidas y los tropiezos de y con nosotros mismos. Así transcurre la vida para no pocos sapiens sordos de la sesera... Una mala elección a todas luces, y especialmente para los que nunca llegan a decidirse entre pasar página o cerrar el libro, porque, sépase, no elegir, que es la tercera elección en liza, es la menos sana de ellas.

En este sentido, si lamentable fue el, por ahora, último espectáculo interno del PSOE, más lamentable está siendo el actual megaespectáculo interno del PP, al que aún le sobran días para mejorarse hasta la excelencia de lo lastimoso... ¿Qué es la verdad en política? ¿Dónde está aquel zoon politikon aristotélico y dónde está el zoon politikon profesionalizado de nuestros días?

El magnífico espectáculo pepero actual acumula tantos decibelios de torpeza que hasta casi está logrando acallar lo que parecía ser el mayor desafuero probable. Me refiero a la entelequia del procés separatista catalán. En el PP de nuestros días, los más verbosos estrategas del facta non verba, que no son pocos, se empeñan en demostrar, por un lado, su antónimo, o sea, el verba non facta, y, por otro, el inefable tamaño de sus plumeros mientras desentrañan el trasfondo de la rancia y fementida razón de la sinrazón aquella que le enflaquecía la razón a don Feliciano de Silva, que citara Miguel de Cervantes en El Quijote.

Si de mejorar la última torpeza interna pesoista se trataba, aleluya, felicidades a todos los actores, porque lo están consiguiendo con creces. Estoy convencido de que pasará tiempo hasta que alguien mejore la épica de haber demostrado cuál es la polaridad de la calidad en la gestión de un partido y de una crisis. ¡Chapó!

El yo de los destinos turísticos también existe y depende de nosotros, los implicados en el desarrollo de la actividad turística. Actividad ésta a la que tampoco le faltan razones para la congoja súbita por acojonamiento pertinaz, muy a pesar de las megacifras y las autoloas a nuestro inquebrantable know-how por parte de los responsables institucionales turísticos de todos los niveles.

Históricamente se nos viene escapando la visión profunda que explica que nuestro yo turístico, al que también se refería Kierkegaard, no es algo que es, sino una tarea perpetua, y que la calidad, tan manoseada siempre, no consiste en esfuerzos deslavazados, sino que es el resultado de un ejercicio sostenido de inteligencia y conocimiento bien aplicados.

Por cierto, el yo de los destinos turísticos también es un animal que suele encerrarse fuera de su propia jaula, y más específicamente, en una jaula fabricada con una apresurada inmediatez tan vertiginosa que la calidad sostenible nunca cabrá.