La maharaní de Jaipur, Gayatri Devi, era la hija del Príncipe Narayan, soberano del reino indio de Cooch Behar en la Bengala Occidental. Esta amiga de España y de Marbella faltó muy pocas veces a su legendaria cita anual con nuestra ciudad. Siempre durante el mes de agosto.

Ella y su marido, el maharajah de Jaipur, embajador de la India en Madrid, fueron durante muchos veranos unos huéspedes muy apreciados de los hoteles marbellíes más distinguidos. Las revistas de sociedad del mundo entero la evocaban como una dama fascinante, siempre amable y elegante. Y destacaban entre sus virtudes su bondad con los más necesitados. Hasta su fallecimiento a finales de julio del 2009, con la edad de 90 años, fue una de las figuras más relevantes de la alta sociedad internacional.

Tanto ella como su marido provenían del mundo de las grandes dinastías de la realeza de la India. En el protocolo del entonces Virreinato Británico a su padre le correspondía un saludo de 13 salvas de artillería en las ceremonias imperiales. A su marido, como maharajah de Jaipur, 17 salvas. La maharaní se educó en Suiza y en Inglaterra. Su institutriz fue seleccionada personalmente por la entonces soberana británica y reina emperatriz de la India, la reina Mary, abuela de la actual reina de Inglaterra.

Para la Maharaní todo era compatible con su apasionada relación de amor y respeto por su pueblo y por su país. Un día decidió dedicarse a actividades más complejas y exigentes. Con el objetivo de ser más útil y poder servir a su gente, decidió entrar en política. Su sencillez y su humanidad a flor de piel la convirtieron pronto en un personaje idolatrado por sus votantes. Nunca tuvo pereza para subirse a su ya algo achacoso avión, un intrépido y voluntarioso DC-3, uno de aquellos legendarios bimotores Dakotas americanos. Para volar a dónde fuera necesario para poder encontrarse con sus seguidores. Eso sí. Con alguna parada intermedia en Delhi para una sesión de peluquería.

Y fue en ese mundo complejo de la política, donde los ejemplos de ética y rigor moral no suelen ser frecuentes, en el que la princesa se enfrentó con sensibilidad y valentía a situaciones que sus compatriotas supieron valorar. En las que demostró que una eficaz y apasionada dedicación política puede y debe ser ejercida con una honestidad absoluta, sin fisuras ni penumbras. En muchos aspectos fue un ser humano extraordinario. En Marbella los veteranos del lugar nunca la olvidaremos. Sobre todo durante estos días cenitales de agosto.