Hay verbos discapacitados de tiempos y minusválidos de modos; verbos que, afectados por alguna suerte de talidomida gramatical castradora, se salen del tiesto para conformar el club de lo que nuestra actual Gramática denomina verbos defectivos. O sea, dicho en román paladino, verbos 'defectuosos'. Abarse es un verbo pronominal defectivo, además con nota alta en rareza, quizá por ello habita en la sombría oscuridad del desconocimiento general, creciendo y engordando la abisal profundidad de su anonimato. Abarse solo es conjugable en infinitivo e imperativo, y solo en segunda persona del singular y del plural, pero, a pesar de ello, es un verbo que se hace notar. ¡Ábese, señor González, ábese!, le habría conferido más estilo al discurso del entonces aspirante a presidente Aznar, y habría abierto este verbo a la sociedad, culturizándola. Abarse significa quitarse del paso, dejar expedito el camino, apartarse, abrirse...

El hecho de que en la estructura de este verbo no exista la primera ni la tercera persona del singular ni del plural lo hace un verbo propicio para el azuzamiento. El verbo abarse no le da cancha más que al tú/vosotros y usted/ustedes. Y no reconoce el nosotros, lo que lo hace especialmente propicio para el ejercicio del despropósito a que nos tiene acostumbrados la vesania de la praxis política de nuestros días.

-Pablos ambos, Albert... qué más quisiera yo, muchachos, que apartarme dejándoos el camino expedito, pero el verbo abarse no me deja, sino que me obliga a todo lo contrario, así que abaos vosotros, y parad de una vez vuestras monsergas jacobinas... --algo así podría aducir don Pedro, el presidente.

Y lo mismo, pero en tenor andaluz, podrían en este momento estar argumentando mediante sendos soliloquios rancios doña Susana, doña Teresa, don Juan Manuel y don Juan, mientras mantienen un fuego cruzado de todos contra todos y sálvese quien pueda, que los andaluces lo aguantan todo. En este caso, que nadie se confunda ni se engañe, el fuego cruzado lo es por el sacrosanto deber asumido por todos ellos de salvaguardar la pureza de un verbo, el verbo abarse. Hermoso gesto. Me enternece la nobleza en estado puro de los cuatro candidatos a los hilos del próximo guiñol institucional. El que no se conforma es porque no quiere, ¿verdad...?

La cada vez más cristalina realidad es que los políticos 'modernos', con comillas asombradas, parecen no haber interiorizado aún que, mientras ellos ocurren, suceden cosas que ellos no han aprendido a ver, en el mejor de los casos, y que no saben mirar, en el peor de ellos. Las estructuras de partido, cada vez más ortopédicas y en más arriesgado equilibrio sobre la punta de una aguja de hielo expuesta al sol, no les permiten saber de la calle más que lo que es apreciable a través de las antiparras partidistas, fabricadas ad hoc, que, a la postre, terminan convirtiéndose en el único objeto de desvelo, de modo de vida, de sustento y de realización de sus usuarios, nuestros representantes. O sea, ladies & gentlemen, pasen y vean a la renovada noble estirpe del zoon politikon del Estagirita entregando sus vidas por unas gafas graduadas a la medida de pocos, que a la mayoría de ellos les impiden ver con claridad...

Nunca el Estado, ni los gobiernos de España, tuvieron tantos profesionales de la política como ahora; nunca fueron tantos ellos; nunca fuimos tantos nosotros; nunca fueron ni fuimos tan 'así' todos. Jamás fue tan evidente la ceguera partidista y partidaria en todos los estadios del proceso que ya describí en esta cabecera alguna vez y que ahora solo explicito como el trayecto que va del cecuciente al tienta paredes, por la senda de los cegajosos, cegarras, cegarritas, cegatos e invidentes.

Abarse. Este es mi deseo navideño de este año, cuyo reparto he encomendado a Rodolfo, el reno de la nariz roja. Deseo que este oculto verbo culto se convierta en bandera. Que salga de su anonimato y se incorpore al vocabulario cotidiano de la calle. Deseo que todos, sin distinción, abramos los ojos y/o aprendamos Braille para comunicarnos sin cortapisas con los aspirantes a ciegos y con los ciegos consumados de la cadena de invidencia de la política 'moderna', y que, cuando haya lugar, demostremos a sus destinatarios cómo sabemos conjugar este verbo disminuido en sus tiempos y en sus modos.

Abarse, es mi deseo, paciente leyente.