Hoy se sortea en el Museo Picasso Málaga el cuadro de emparejamientos de la Copa del Rey de baloncesto. Esta Málaga de la capitalidad europea en el ámbito deportivo vio ayer cómo el equipo representativo en esta competición ha entrado por la puerta de atrás, por la invitación que se le concede al anfitrión. Podríamos decir que el Carpena volverá a disfrutar de tan extraordinaria competición con poco patrimonio sobre la cancha. Las desconexiones a las que nos ha habituado el conjunto de Luis Casimiro nos sitúan fuera de todas las quinielas. Pero eso igual juega a favor de los cajistas, por aquello de la supuesta presión.

No hay que negar que la temporada regular en la ACB ha sido muy atípica. Ganar en Valencia, Vitoria y hasta en la cancha del FC Barcelona no ha servido luego para doblegar a rivales en teoría mucho más débiles. Pero lo mismo podrían decir escuadras igualmente bien armadas que no han conseguido obtener la ansiada regularidad. El patrimonio verde da para lo que da. Y habrá mañana un buen termómetro, frente al Joventut en el Top16 de Eurocup, para medir el apoyo de la grada de cara a la cita que comienza justo dentro de un mes.

En Málaga tendemos generalmente a la autocomplacencia. Eso dictan las encuestas. Sólo hay otras ocho ciudades europeas en las que sus vecinos tengan un mayor nivel de satisfacción. Sesudos estudios dictan que en esto va la calidad de vida, en sentirse contento con lo que uno tiene. Yo agregaría como requisito para poder votar en uno de estos complejos análisis que el encuestado demostrase un mínimo conocimiento, sobre cómo se vive en otras urbes. Pero claro, cada uno pone los baremos que considera oportunos; y habrá quien considere lo mío una forma de adulterar la estadística.

Estadísticamente nos autoproclamamos imbatibles en calidad de vida. Pero por mucho espeto y aguacate que acapare nuestra dieta, nos encontramos a la cola en cuanto al verdadero patrimonio verde, el que marca nuestra masa forestal. Que residamos en la segunda provincia con más montaña de todo el país, debiera situarnos muy por encima de esa sexta posición en la lista de territorios con menos árboles. Con 28 por habitante, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación nos alerta de que sólo nos superan Sevilla, Cádiz, Valladolid, Alicante y Las Palmas.

Camino de la perdición, dígase de la desertización, transita el entorno que rodea a la ciudad española que más presume de su calidad de vida. Adolecemos de vastas zonas verdes y grandes parques urbanos, son cada vez más frecuentes esas imágenes con nuestros embalses bajo mínimos, pero nos sentimos absolutamente satisfechos. Quizás porque en esta árida Costa del Sol todavía tengamos como paradigma de la ciudad de vacaciones aquella Marina d'Or.

Menos mal que aún quedan héroes anónimos dispuestos a revertir esta situación. Como tales me atrevo a catalogar a todos y cada uno de los voluntarios que ayer acudieron a la plantación de pinsapos organizada por el Consistorio de El Burgo, en pleno Parque Natural de la Sierra de las Nieves.