Ayer volvimos a certificar el tópico. El fútbol es un estado de ánimo. Ha sido entrar en La Rosaleda el nuevo administrador judicial, José María Muñoz, y recuperarse de inmediato la ilusión por ver de nuevo al Málaga CF en ese sitio que, por tradición y ciudad, merece. Ayudaron esos dos tantos antes del descanso, las facilidades de un histórico Racing que, colista, sigue sin aclimatarse a Segunda División, pero por encima de otras circunstancias contribuyó a la alegría generalizada volver a sentir La Rosaleda llena hasta la bandera.

Cuando el hambre entra por la puerta el amor sale por la ventana. De ese fracaso que supuso el no regreso a Primera, hace apenas ocho meses, se pasó a la bien argumentada amenaza de una nueva desaparición. Llegaron nubarrones de los más negros. La afición hasta tuvo que observar con estupor cómo era desmantelada toda la parcela técnica al frente del equipo. O que se superaba el mercado invernal con más y más ventas y sin inyección económica para intentar reforzar tan destartalada plantilla.

El curso de las cosas empezó a reconducirse en Cádiz, gracias a la batuta de un Pellicer que en pocas fechas ha pasado de interino a doctor. Y luego terminó de ponerse todo en orden con los dos autos de la jueza titular del Juzgado de Instrucción número 14 de la Ciudad de la Justicia. Con la plantilla llevada en volandas, por esa oleada de optimismo que bajaba hasta el césped, los tres puntos pusieron la guinda.

Anoche la escuadra blanquiazul durmió a apenas un triunfo de las plazas de ascenso, con licencia para soñar. Desconocemos si también ha recuperado el sueño, después del jet lag, el hasta hace nada «sheriff» con mando en plaza, el asesor estadounidense Richard Shaheen. Esa salida por la puerta trasera fue la metáfora perfecta ante un Domingo de Carnaval ilusionante, de una primavera anticipada.

Los anteriores dirigentes no tendrán más remedio que asumir que tienen por delante, incluso sin que haya llegado el Miércoles de Ceniza, seis meses (prorrogables) de penitencia. Lo mismo ni siquiera han tomado a esta hora certeza de lo que realmente sucedió ayer en Martiricos. Aunque podrían ayudarles sesudos análisis que un grupo de científicos rusos hicieron públicos en verano pasado, después de examinar 10.000 fotografías correspondientes a cuatro temporadas en la máxima competición de su país.

La primera conclusión del estudio alude a que la falta de expectativas y esa incertidumbre que en ocasiones se apodera de un partido o de una escuadra dispara de forma exponencial «la tristeza de los fanáticos». Y por lo tanto, lo que se vivió en el templo malaguista, por primera vez lleno en lo que va de temporada, no fue más que el resultado de un certeza, la de esa seguridad jurídica que anula dudas y abre la esperanza a mejores tiempos. Hasta el propio Sergio Pellicer ha reconocido que dentro del vestuario las caras son ahora otras.

Con 39 puntos por jugarse en una categoría tan igualada, por qué no contagiarse de ese «sí se puede» que hasta en los peores escenarios permite que este deporte sea en sí mismo «un estado de ánimo».