Refrescarse en una piscina en verano es casi una necesidad de primer orden, sobre todo cuando el calor aprieta en los pueblos del sur. Y este año, debido a los problemas ocasionados por la Covid-19, la mayoría de piscinas municipales de la Axarquía han decidido cerrar. Podemos entender el miedo generalizado que nos impulsa a tomar las decisiones más prudentes para la salud ciudadana y empatizamos con el sentido de responsabilidad tan necesario estos días.

Pero frente a los problemas, hay que buscar soluciones. Y soluciones las hay, si existe voluntad de encontrarlas. Son numerosos los pueblos o ciudades que, siendo conscientes de la gravedad del asunto, se han estrujado los sesos para gestionar la cuestión de la forma más sensata y efectiva posible. Y han presentado alternativas que están funcionando muy bien. Desde la reserva previa, al establecimiento de franjas horarias, pasando por la limitación del aforo o la desinfección de los espacios comunes. Pero no han dejado a sus ciudadanos sin poder remojar sus cuerpos durante los meses de más calor. Porque no todos disfrutamos de una piscina privada. Y además, los que este año se han quedado sin vacaciones por haber perdido su trabajo son probablemente los que también se están viendo privados de algo tan básico como la posibilidad de disfrutar de una piscina municipal. Un ayuntamiento debe velar por la salud de sus ciudadanos pero también por sus derechos como residentes. Y en este caso, la actuación de los que toman las decisiones, huele a pereza y a falta de presteza para gestionar con eficacia y valentía un problema que nos incumbe a todos pero con más gravedad, a los más vulnerables. Como siempre.

Aina Núñez Riera

Málaga