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Silencio

Imagen de archivo de Jesús Quintero.

Imagen de archivo de Jesús Quintero. / La Opinión

¿Qué podría caber dentro de uno de los silencios de Jesús Quintero? Supongo que dentro de uno de aquellos silencios poderosos y arrogantes, elegantes y andaluces, abisales, geniales, espesos, podría caber un desierto, un infierno, un invierno, ropa recién lavada, húmeda, recién colgada, y el final de una lanza y el principio de un verbo… Dentro de aquellos silencios la estela de la una sonda espacial a apunto de chocar contra un asteroide, los puntos suspensivos de unos Presupuestos Generales del Estado, la desconexión de una emisora de radio, el infinito en un grito…

Ha muerto Jesús Quintero y con él, de alguna manera, ha muerto un tipo de silencio, un silencio de humo y miradas, de oro y grana, de pregunta. Los silencios de Quintero. Todo el mundo habla estos días de Jesús Quintero, del que tanto aprendimos, sobre todo, los periodistas que hacemos preguntas y buscamos algo parecido, algo que se parezca en algo, a uno de aquellos silencios, a una de aquellas respuestas. Conseguir, una vez, sola una, uno de aquellos silencios, un silencio de Quintero, sería algo fantástico, una nueva era, empezar de cero, tirarse al barro.

Uno que se dedica a esto de contar historia, de preguntar a diario, de rellenar huecos y silencios, siempre miró aquella manera de trabajar de Jesús Quintero con curiosidad y admiración. Quintero entrevistaba como Dios porque, supongo, que guardaba la distancia y la ropa, miraba con profundidad y proponía silencios como los que invitaba a una ronda. Quintero, como dijo Gabilondo, era capaz de crear atmósferas, ambientes de palabras y silencios que son palabras. Una escucha activa y considerada, sospecho.

Porque el silencio solo se puede entender como lo que es: la antítesis de la palabra y su complementario, como los espacios que hay entre las viñetas del cómic, como es necesario que exista la oscuridad para que sepamos apreciar la luz, igual que la noche frente al día. El silencio empuja a la palabra, la facilita, la hace posible. Sin silencio, no hay palabra, no hay verbo, y sin verbo no hay nada. Reflexiono sobre el silencio mientras paseo por el campo como mi perra, Roma, y escucho silencio, silencios de eucaliptos y taró, esa niebla fresca malagueña y marítima, de tierra y hambre, y entiendo que el silencio no es renuncia sino entrega, reflexión, pausa, contención y necesidad. El silencio une.

Mi amiga Marian me cuenta que acaba de volver de un “Retiro de Silencio” en Antequera. Me resulta exótico, valiente, de locos, una movida así. Estar en silencio durante un finde. Le pregunto al respecto: ¿un fin de semana entero sin hablar?, y ella que es modesta y genial me cuenta que al terminar el retiro se sintió muy unida con todos sus compañeros, me cuenta que le resultó fácil, que descansó, que «lo estaba deseando», y que aprendió a hacerse compañía a sí misma. El silencio es un tesoro que aún está descubrir, entiendo, una verdad al fondo del pasillo.

Me cuenta también que aunque estaba en silencio, su cabeza no dejaba de pensar, de moverse, de hablar… Supongo que el silencio dice mucho y nos dice mucho, es elocuente, vibra como una onda hertziana chocando contra una piedra. Resulta una paradoja pero es así. Cuando estoy en silencio, como ahora en el campo, con mi perra, con los eucaliptos y esta niebla de mar, cuando estoy en silencio, digo, siempre me vienen las mejores ideas: un gag para el programa de la tele, una frase para la columna de los sábados, un mensaje para una amiga que le va a gustar, un final para esta semana de infarto…. Os pasará a todos, el silencio siempre es tierra fértil y ganas.

Pienso en Jesús Quintero y aquellas entrevistas llenas de silencio, pienso en mi amiga Marian, en este reposado silencio de tarde que me salva el día y pienso que pretendemos cambiar el mundo, derribar gobiernos, conquistar parejas, estar mejor con nosotros mismos con ruidos y convulsiones, con demasiadas palabras y demasiados altavoces, con estruendo en definitiva, y solo lo salvaremos, salvaremos al mundo con la sigilosa entrega a la vida. Solo el silencio nos salvará, seguro. Un silencio prudente, bello, oportuno, necesario, reflexivo…, un silencio brutal frente al ruido espeso de estos días, de guerra y crisis, de fango y redes, el silencio como un antídoto esencial de prevención, como un arma de construcción masiva, como la única salida de emergencia. Por Quintero, por el futuro, por nosotros…, por favor, un poco de silencio.

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