Desde Ibiza

Aceptamos pulpo

El presidente del Gobierno y candidato  del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez , y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo , y los presentadores Ana Pastor  y Vicente Vallés (i) antes del programa 'Cara a Cara.

El presidente del Gobierno y candidato del PSOE a la reelección, Pedro Sánchez , y el candidato del PP a la presidencia, Alberto Núñez Feijóo , y los presentadores Ana Pastor y Vicente Vallés (i) antes del programa 'Cara a Cara. / Eduardo Parra - Europa Press

Pilar Ruiz Costa

Pilar Ruiz Costa

Por decisión unilateral del Partido Popular, el único debate entre los dos aspirantes con más posibilidades a convertirse en el próximo presidente de España tenía lugar, no en la televisión pública, sino en un canal privado de su elección. De alcanzar la Moncloa el próximo 23 de julio, bien puede contabilizarse como la primera privatización de Feijóo. La superioridad de RTVE quedó en evidencia en el posterior debate a 7 de los portavoces, así que cabe preguntarse cuál fue el verdadero motivo. Pero pasemos del continente al contenido: al no debate. Ni rastro de la definición de la RAE de ‘debatir’: «Discutir un tema con opiniones diferentes». O ‘discutir’: «Examinar atenta y particularmente una materia». Ni opinión ni examen. De hecho, no hubo espacio para nada más que interrupciones, monólogos solapados, frases huecas y mentiras, muchas mentiras. Una ametralladora de cifras dispares que solo habrían servido —dato mata relato— de haber sido verificadas o cuestionadas por los moderadores que no intervinieron para nada más que pasar de bloque o… a publicidad. Sin reglas del juego y del decoro. Un «todo vale». Y no. Como en aquel viejo anuncio de Scattergories, donde aceptamos pulpo como animal de compañía con tal de que el tramposo no se lleve el juego a casa. Un Pedro Sánchez que esperaba venir a divertirse aquí más que a El Hormiguero, apabullado, esperando que los moderadores pusieran algo de orden entre tanto ruido. No sucedió. Y entró al trapo. Sin un solo hueco para sacar pecho de la relevancia internacional de España en las políticas europeas, las de empleo o de justicia social. Feijóo no hizo ni el amago de explicar qué propuestas tangibles acompañarían al estribillo de derogar-el-sanchismo. Plantear propuestas a las necesidades de los ciudadanos no era el objetivo, sino arañarle votos a Vox y cuando uno no tiene nada valioso que decir siempre le queda impedir que el contrincante hile su discurso. Pronto se sabría que la técnica del ‘galope de Gish’—acribillar con mensajes al oponente, sin importar la veracidad de los mismos pues se tarda más en explicar una verdad que en mentir—, provenía del mismísimo Miguel Ángel Rodríguez, artífice del fenómeno Ayuso y antes aún de José María Aznar. El actual jefe de gabinete del PP madrileño se reunió con el candidato durante horas la mañana del debate y le instó a salir al ataque desde el principio. Un «todo vale». Y no. Así que poco importa que después hayan leído que el ganador fue tal o cual candidato, la verdad es que quien perdió fueron la decencia y la verdad. Perdió el respeto a los ciudadanos y su derecho a asistir antes de los comicios a una confrontación de proyectos de gestión. Pero aún hay una pérdida más grave por venir y es que, parafraseando a Sánchez en aquel otro cara a cara en el Senado, las afirmaciones vertidas por Feijóo, falsas, inexactas o medio verdades retorcidas, no son una muestra de insolvencia, sino perfectamente planificadas y ordenadas en documentos recién salidos del horno, prueba de mala fe. Una estrategia desesperada y que resulta perniciosa para el PP, para España y para la democracia que continúa, aún después, ahora alentado la teoría de la conspiración sobre la fiabilidad del voto por correo pidiendo a los carteros que «con independencia de sus jefes repartan todo el voto». Ya lo hizo Ayuso en mayo. «Por si acaso». Desde Correos han defendido en un comunicado que «la profesionalidad de los más de 45.000 empleados y empleadas está fuera de toda duda».

Pero, ¿por qué mentir como estrategia en lugar de intentar ganar legítimamente? Porque si la mentira nos causa miedo, la compramos como posibilidad. Y víctimas del miedo, si en el camino de la ficticia seguridad hemos de tragar mentiras, perder libertades y derechos… Aceptamos pulpo. Es el caldo de cultivo que nutre horas de programación con contenido asusta abuelas de que nos van a okupar la casa, nos van a violar los inmigrantes y las feministas van a pervertir a nuestros hijos. Y los carteros van a quemar nuestros votos. Lo explica el decálogo de Stratégies de manipulation de Sylvain Timsit: Hay que ‘dirigirse al público como criaturas de poca edad’, con mensajes simples y reiterativos; ‘crear problemas para después ofrecer soluciones’ hasta llegar a ‘la estrategia gradual’ logrando la aceptación de una medida inaceptable. Un adelanto de medida inaceptable lo anunciaba el primer asesorado de Miguel Ángel Rodríguez, Aznar, mientras Feijóo esparcía miedos sobre Correos: «Feijóo va a ser presidente». A la vez que denunciaba que la UE ha inyectado tal cantidad de dinero que el dinero fácil hace que el país no se preocupe y apremiaba a que «Hay que volver a la meritocracia y a premiar el esfuerzo. Hay que volver al rigor económico aunque eso signifique pasar apuros». ¿Adivinan cómo se repartirán el mérito y los apuros entre ellos y nosotros? Y no, qué va… Pulpo no es animal de compañía.

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