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Freakcon: bienvenidos a nuestro mundo

Se espera superar la barrera de las 45.000 personas en esta edición.

Se espera superar la barrera de las 45.000 personas en esta edición. / L. O.

Me invade la «morriña» al recordar mi impronta vaquera en el primer año que asistí al Palacio de Ferias, creyéndome Woody de Toy Story con un sombrero que retiré del ostracismo del desván y unas botas que robé disimuladamente a mi progenitor con la esperanza de parecerme a un cowboy, y terminar como hijo perdido de Luis Miguel. Aquí la intención es lo que cuenta. Hacer el ridículo es un deber moral para los que anhelamos tener sentido arácnido.

Este año han decidido mudarse: el orgullo nerd ha declarado la guerra al municipio de Torremolinos, y concretamente a los «guiris» veraneantes a tiempo completo, conquistadores de chiringuitos y hamacas que gentrifican un lugar que ya no pertenece a nadie. Por lo menos, sabemos que el Palacio de Congresos es nuestro, y si les apetece venir tienen que saber que aquí se pasa calor pero no se toma el sol. No se comen espetos, sino unas colas para conseguir firmas o un Funko de edición limitada. Si encuestamos a los visitantes podrán decirte que su verano no es ponerse morenos, pero sí acabar quemados de los más de 1000 episodios de One Piece de la mano de un ventilador. Te dirán algunos incluso que odian la arena (si has pillado la referencia, galáctica, te mereces mis respetos) y prefieren bañarse en sudor en la batalla de un juego de rol o un concurso K-Pop.

Esta edición se vende como la más espectacular hasta la fecha, ya que se espera superar la barrera de las 45.000 personas en un evento de dos días con más de 500 actividades.

Aún en su sexto año, con el riesgo de volverse monótono rellenando la misma parrilla de invitados y stands, nunca se pierden las ganas de volver. En este espacio cohesionan el mundo del cómic, anime, series, cine y literatura, hasta los videojuegos que no conoce nadie y los que sacan entregas anuales, como churros de Casa Aranda, trastocando apenas el color del menú. El primer lugar donde te enfundas un cosplay -y no te arriesgas a una multa por alterar el orden público, o simplemente el juicio público de las miradas de desconocidos en el metro- y puedes llevarte premios. Hasta actividades para creerte chef o especialista en el habla élfica. No será que aquí no hay mucho que hacer.

Imagen de una edición anterior.

Imagen de una edición anterior. / L. O.

Bienaventurada esta época en la que ser friki se ha puesto de moda. Tanto que quien no lo hace es justamente eso, friki. Los insultos que se caligrafiaban en la pizarra el tiempo los ha convertido en virtudes. Justamente te venían con lo mismo, «que pérdida de tiempo», ahora es una oportunidad de pasar un buen rato. Los que fueron motivo de burla, protagonistas de aquella tiza, ahora son uno más en el tablero del entretenimiento. Unos se lucran mientras los demás somos felices, «shut up and take my money» decía el meme, rememorando las canciones que Elesky hace reverberar por las paredes del auditorio, las mismas que anuncian que la nostalgia es un modo de supervivencia. Una forma de vida que pasa de antorcha: padres e hijos, caminando de la mano en un cruce generacional que renueva las caras pero con el sentimiento intacto.