Neurotecnología

Los pensamientos humanos ya están a la venta

El vacío legal permite el uso incontrolado de la información neuronal captada por dispositivos de entretenimiento

Diadema Xiaomi que permite controlar los dispositivos con la mente.

Diadema Xiaomi que permite controlar los dispositivos con la mente. / Xiaomi.

Eduardo Martínez de la Fe

Eduardo Martínez de la Fe

Aunque crecen los movimientos políticos para controlar la neurotecnología de consumo, de momento el tráfico de pensamientos humanos que se captan con diademas, auriculares y videojuegos está fuera de control. 

La OCDE presentó el pasado 23 de abril en París un nuevo conjunto de herramientas sobre regulación de la neurotecnología de consumo, diseñado para facilitar que los responsables de las políticas intensifiquen su regulación y contengan los usos peligrosos de algunos de sus dispositivos.

En los últimos años, un número creciente de expertos ha hecho sonar las alarmas porque los implantes y monitores cerebrales podrían usarse para manipular el comportamiento o las actitudes humanas.

En el primer reconocimiento de ese riesgo, los 36 estados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) emitieron en 2019 una recomendación formal para que los gobiernos, empresas e investigadores de todo el mundo, prestasen mayor atención al posible uso indebido de la neurotecnología.

Primera tentativa

Esa recomendación representó la primera declaración internacional formalmente acordada sobre el tema, aunque no tiene fuerza legal vinculante para nadie.

El nuevo conjunto de herramientas presentado ahora, que reconoce la libertad cognitiva, supone un alejamiento del enfoque más tolerante que prevaleció en los años 1990 y 2000, cuando el avance tecnológico se dejaba más al mercado o a la curiosidad de los consumidores o de científicos individuales (tal como está pasando ahora con la IA Generativa).

Este cambio de actitud tolerante hacia la neurotecnología se debe a que los pensamientos humanos ya están siendo objeto de tráfico, una actividad completamente legal que se desenvuelve al amparo de un vacío normativo que apenas empieza a configurarse.

Esa laguna jurídica significa que las empresas pueden recolectar grandes cantidades de datos cerebrales altamente sensibles, a veces durante un número indeterminado de años, y compartir o vender la información a terceros, sin el consentimiento de los afectados.

Algunos dispositivos que capturan datos cerebrales -con el potencial de revender o compartir esa información- ya están en el mercado y varias empresas emergentes planean lanzar dispositivos pronto. 

Diademas y auriculares

Esta tecnología ya se usa, por ejemplo, en diademas o auriculares inalámbricos (airpods) que controlan la actividad cerebral y ayudan a la meditación o a tratar la ansiedad o la depresión, aunque todavía no son capaces de decodificar pensamientos específicos. Algunos videojuegos también monitorizan la mente del usuario para optimizar su experiencia.

La cuestión es que esa información se puede aprovechar para otros usos, como para extraer inclinaciones personales, descubrir la orientación sexual de un usuario, o para controlar la productividad de una empresa.

Y de hecho ya está pasando: NYT revela al respecto, citando como fuente a la Fundación Neurorights, que casi ninguna de las empresas de neurotecnología de consumo restringe el acceso a los datos neuronales de sus usuarios. De momento, hay barra libre en el mercado para el tráfico de pensamientos humanos.

Se están articulando medidas para proteger el tráfico con nuestros pensamientos.

Se están articulando medidas para proteger el tráfico con nuestros pensamientos. / Generador de imágenes de COPILOT para T21/Prensa Ibérica.

Tímidas reacciones

Ante esta situación, algunos países ya han implementado marcos regulatorios para gobernar el uso de la información de ondas cerebrales con fines comerciales. Pero son muy pocos, constata la OCDE.

En 2021, Chile consagró los “neuroderechos” en su Constitución y, en un caso del año pasado, su tribunal supremo ordenó la eliminación de datos cerebrales de una empresa de neurotecnología. Pero todavía no se sabe cómo articular en la práctica este derecho constitucional.

Y a principios de este mes, el Estado de Colorado (USA) aprobó una ley que protege los datos encontrados en las ondas cerebrales de los usuarios.

Dentro de la UE, España promulgó el año pasado la Declaración de León para impulsar el diálogo entre la Comisión Europea y los Estados miembros y proteger los derechos humanos en el desarrollo de sus productos, especialmente los neurotecnológicos.

Y la UE quiere implicarse también en la cobertura de este riesgo, ajustando para ello el Reglamento General de Protección de Datos, el Reglamento General de Seguridad de Productos y el Reglamento de Dispositivos Médicos, para que puedan cubrir los usos problemáticos de la neurotecnología, o bien creando una ley específica para regular el uso de la información neuronal.

Pero, de momento, seguimos en un gran vacío legal que deja expuestos los pensamientos de los usuarios de la neurotecnología de consumo.