Cuando la plantilla del Unicaja entró hace dos temporadas para entrenarse en el Palaestra de Siena -la pista del equipo italiano-, los jugadores enseguida se vieron sorprendidos: en la sala por la que debía transitar para acceder a la cancha había una clase de spinning, con una veintena de mujeres que ya no volverán a cumplir los 50.

La vetusta instalación de la ciudad tiene un encanto especial, huele a baloncesto por cada poro y por cada rincón, pero ya no acoge partidos de Euroliga este curso. Con ocupación para 5.500 personas, la competición obligó a jugar en una pista con un aforo superior, lo que ha desatado fortísimas críticas desde el club y, especialmente, entre sus aficionados. Se aparcó la construcción de un nuevo pabellón por la crisis y se ideó una ampliación, pero la bancarrota de la Banca di Siena, unida a la falta de liquidez del Consejo de la región de Siena, impidieron acometer las obras. Así que el equipo tuvo que mudarse a Florencia.

Cada dos semanas, jugadores y aficionados deben recorrer 74 kilómetros hasta la vecina ciudad para jugar en el Nelson Mandela Forum. En principio, la moderna pista tiene cabida para 8.000 hinchas, pero por seguridad se reduce la ocupación a 6.775 asientos.

Las gradas, además, están muy lejos del parqué, en comparación con las de Siena, especialmente los fondos, casi colgados detrás de la canastas. Los jugadores han lamentado en este tiempo de mudanza el escaso calor que desprende su nuevo hogar, a pesar de que se mantiene la asistencia de aficionados. 6.755 personas fueron a ver al Olympiacos y la cifra se quedó en 4.020 ante el Zielona Gora, por poner dos ejemplos.

El club vive momentos de máxima tensión. La entidad financiera que da nombre al Mens Sana está en quiebra y ha recibido cientos de millones de euros en ayudas públicas europeas. La entidad vivió el sábado consejo de administración y esta pasada semana se publicó en prensa que el Gobierno le reclamaba al club de baloncesto más de 20 millones de euros, algo que el Mens Sana ha desmentido.