Enrique Godínez, insigne emprendedor e historiador de Riogordo, relata en su actual museo local de artes y tradiciones populares la singular vocación emprendedora de Emilio Pascual Godoy, el padre de los tres nonagenarios del municipio. Así explica cómo en 1929, ya nacidos los protagonistas actuales de esta historia, se trasladó con su mujer desde Mondrón hasta el término riogordeño, del que era originaria su esposa Antonia. Allí empezaron a trabajar con un antiguo molino de aceite de tracción animal, hasta que en 1935 encargó una moderna fábrica eléctrica.

«Se la encargó al constructor Cayetano Ramírez y era movida por un motor eléctrico trifásico de la marca Brovonistro con cinco caballos de potencia. Pero en la posguerra eran frecuentes los cortes de suministro, por lo que luego instalaron otro motor diesel que suplía dichas interrupciones», señala.

El éxito de este auténtico artificio industrial fue tal que en plena temporada de la recolección de la aceituna no dejaba de trabajar ni de noche ni de día. Así se establecieron dos turnos de tres molineros cada uno, que hasta dormían en el molino. Enrique Godínez añade que los hijos varones del propietario formaban parte de la cuadrilla, donde destacaba el maestro molinero Francisco Villalba El Cano de la Habera, porque sin saber leer ni escribir retenía en su prodigiosa memoria todos los datos de cada agricultor. fran extremera riogordo