A punto de encarar el grueso de la temporada alta, y con una economía todavía alterada por la crisis, la Costa del Sol se prepara para depositar todas sus cartas en torno al turismo, el único sector, de momento, realmente capacitado para generar empleo y propiciar la entrada de divisas. Después de cuatro años de altibajos, la actividad ha recuperado definitivamente el tono, aunque, eso sí, con un panorama laboral radicalmente distinto al de hace apenas un lustro. La recesión, junto con la reformulación general introducida por la reforma del Gobierno, ha disparado el trabajo eventual y a tiempo parcial; hasta el punto de superar todos los récord.

Según el informe anual de CCOO, nunca antes se había alcanzado una tasa de temporalidad como la que se registró el pasado año en la hostelería. Aproximadamente el 50 por ciento de los trabajadores del sector cuenta con un contrato inestable y precario. Y, además, se prevé que la cifra se incremente en agosto, el mes laboral más activo en la provincia.

La cultura de los minijobs, arengada por la nueva legislación, se desborda. En tres años, el empleo a tiempo parcial ha pasado de concentrar el 20 por ciento de la actividad al 35. Y la perspectiva es, sin duda, al alza. Los puestos de trabajo que se generen este verano serán, señalan los sindicatos, de pocas horas. Y, en muchos casos, cercanos a la trampa, con una exigencia que en ocasiones duplica las condiciones expresadas en el contrato. Trabajadores que alargan su jornada mucho más de lo oficialmente fijado. Y cuyo sobreesfuerzo les impide entregarse al modelo de flexibilidad a la alemana, que prescribe la acumulación, especialmente juvenil, de dos o más trabajos.

Los datos, en este sentido, son incontestables. El paro se reduce lentamente, pero con muchas menos horas declaradas. De acuerdo con la última Encuesta de Fuerza Laboral de Eurostat, España es líder en subempleo, entendiendo por esto la proporción de población ocupada que ambiciona trabajar más tiempo. De hecho, el 9,2 por ciento estaría dispuesta a prolongar su jornada, una cifra que rebasa con holgura las del resto de la Unión Europea, que arroja una media del 4,6 por ciento.

En términos brutos, el avance de la temporalidad deja lugar a pocas dudas. Desde 2007, el número de trabajadores empleados en minijobs han crecido un 10 por ciento, pasando de 2,4 a 2,7 millones de personas. La Encuesta de Población Activa (EPA) tampoco refleja ninguna moderación en su análisis, contando a más de 3 millones de españoles con contrato a tiempo parcial.

En el caso de la Costa del Sol, el fenómeno resulta, incluso, más persistente. A principios del verano pasado la tasa de temporalidad rebasaba en nueve puntos la media española. El peso de la hostelería, con sus oscilaciones en la demanda, convierte al equivalente autóctono de los minijobs en la fórmula más escogida para determinar las relaciones laborales. Para los empresarios se trata de una posibilidad que permite rebajar costes y ganar en elasticidad y movimiento. Las centrales sindicales, en cambio, ven en todos estos contratos una manera de empobrecer los salarios y restar calidad al servicio. El fantasma de fondo es la precariedad, a la que la Costa del Sol parece no tener demasiado en cuenta en su lucha contra el paro.

Según CCOO, únicamente el 7 por ciento de los trabajadores de la industria turística goza actualmente de estabilidad. A la pobreza de los contratos, se une una dinámica forzosamente eventual, con hoteles que optan por cerrar sus puertas en invierno para no tener que asumir el descenso de los clientes. Los sindicatos entienden como esencial la vigilancia para evitar el fraude. «Se está contratando a trabajadores por pocas horas a la semana que al final acaban echando mucho más tiempo. Y pocos se atreven a denunciar por la lentitud de los procedimientos», señala Gonzalo Fuentes, secretario autonómico de Turismo y Comercio en la organización.

La avalancha del empleo a tiempo parcial se notó ya a nivel nacional el pasado mes de junio, cuando estos contratos aumentaron un 21,6 por ciento respecto a la estadística del pasado año. Además de la falta de seguridad, este tipo de puestos de trabajo presumen también consecuencias a largo plazo para los trabajadores, que ven reducidas sus cotizaciones. Con la aprobación de la reforma laboral, el problema no parece atenuarse, sino todo lo contrario. Y más en provincias como Málaga, dependientes del turismo y con un modelo económico trenzado a partir de la facturación que deja el verano. El pasado año, la Costa del Sol ingresó 4.800 millones de euros por la actividad turísticas. Una cantidad que rebasa en más de 700 la de 2003, cuando todavía la economía no se había astillado.

A pesar de su predominancia en el sector, los sindicatos advierten de que la temporalidad no es ya patrimonio exclusivo de la hostelería. Los contratos por horas, generalmente remunerados a la baja, también empiezan a cobrar forma en colectivos de profesionales liberales como abogados, diseñadores gráficos u odontólogos.