Un «nuevo jardín» de bellezas Dior, el cine de Visconti trasladado al siglo XXI por Christophe Jossé, la cultura del reciclaje con Martin Margiela y la espiritualidad de los Massai africanos vista por Georges Hobeika fueron ayer los grandes temas de la alta costura en París para la próxima temporada invernal.

El brasileño Gustavo Lins, en un íntimo desfile organizado en la misma pequeña galería de arte del barrio del Marais donde hace unos días presentó su moda masculina, conquistó al público de manera absoluta con una colección femenina inspirada en la silla Fourmi de Arne Jacobsen.

Convencido de que esa invención de formas onduladas creada en 1952 es «seguramente uno de los más grandes éxitos del diseño contemporáneo», Lins retomó sus sinuosidades para dar una lección de talento en 13 modelos, entre ellos un bellísimo impermeable en algodón y seda gris cemento o un exquisito kimono-túnica de lana marfil y verde cítrico.

Bajo sus abrigos-vestidos, sus impermeables a veces sin mangas o sus «albornoces» de visón azul iris, la clienta Lins portará vestidos cortos y escotados, también en la espalda, por ejemplo de «camuflaje salón», cuando las piezas reunidas son de dominante rosa.

Galliano

Por su parte, John Galliano, el modisto gibraltareño que construye la nueva arquitectura de la mujer Dior desde hace algo más de una década, tomó como punto de referencia la naturaleza; en particular uno de sus elementos más elevados, las flores, por sus colores, su estructura y su extrema delicadeza.

El tulipán que dio al maestro fundador Christian Dior una conocida «línea icónica» provocó en manos de su sucesor una audaz floración para el invierno Dior más lujoso, que se presentó ayer en el interior de una carpa transparente instalada en los jardines del Museo Rodin.

En busca de «feminidad contemporánea» y «abstracción poética», los abrigos de Galliano para Dior podrán ser el invierno próximo absolutamente voluminosos, de lana color cobalto, pero entallados; y las faldas de sus conjuntos de gala, en los que abundarán increíbles bordados, se pintarán a mano, sobre triple organza y tul, seda o tafetán.

Más allá del negro, no sólo los abundantes colores, naranja, turquesa, azul gris, jade, blanco roto, rojo, malva, verde limón o violeta vinieron de amapolas, orquídeas, pensamientos y otras flores, sino que el corte fue inevitablemente floral, con estallidos de filamentos de muselina, pliegues irregulares y faldas «pétalo».

Inspiración africana

De otro lado, el modisto libanés George Hobeika tiñó su alta costura con la espiritualidad de las tribus Massai, una de las culturas africanas más antiguas, y adaptó colores y accesorios a vestidos de cóctel y de gala, de crepe de seda, guipure bordado de lentejuelas, organza y satén duquesa, en rojo, crudo y negro.

No menos volcado a las grandes ocasiones, cócteles, galas y fiestas, el también libanés Georges Chakra llenó de colores su colección, inspirada en el realismo de los años 50. Mientras que Christophe Jossé, el modisto que abrió las tres jornadas de moda de lujo, pensó en Visconti, y en su filme El inocente (1976) para dibujar una silueta de contornos precisos.