José Caballero, el que fuera amigo íntimo de Lorca y Picasso, se trasladó de su Huelva natal a Madrid para estudiar Ingeniería Industrial. Allí abandonó la carrera para dedicarse exclusivamente a la pintura. Tras su fallecimiento en 1991, es su esposa, María Fernanda Thomas de Carranza, quien, a través de la fundación que lleva el nombre de su marido, se dedica a difundir el legado pictórico que dejó el artista. La exposición José Caballero y la Poesía narra la amistad que el artista mantuvo con los grandes de la época y su eterna vinculación con Andalucía

La exposición actualmente se encuentra en Casares, ¿por qué la Fundación José Caballero eligió esta localidad?

El Centro Cultural es fantástico, era una iglesia en ruinas que ha sido rehabilitada y ha quedado preciosa. A este pueblo le tengo devoción, siempre digo que Casares es un nido de águilas, un pueblo que se sitúa en lo más alto de una montaña. Casares es mágico y a mí me tiene enamorada. Está admirablemente cuidado y eso es un mérito, teniendo en cuenta los destrozos inmobiliarios que se han hecho en España.

¿En qué consiste exactamente esta exposición?

Se trata de una colección de litografías, serigrafías y grabados, muchos de ellos inéditos. Un conjunto de obras que se funden con la poesía. Pepe siempre estuvo al servicio de los poetas y en esta muestra se rinde homenaje a seis de los autores que marcaron la vida de mi marido: Federico García Lorca, José María Rilke, Pablo Neruda, Miguel Hernández, José Bergamín y Rafael Alberti.

A pesar de que Caballero desarrolló toda su obra en Madrid, siempre mantuvo una estrecha vinculación con Andalucía, ¿cómo se refleja esto en su obra?

Precisamente, en esta exposición se ve muy bien el sentimiento que mi marido tenía hacia su patria andaluza. En 1977 editó una carpeta dedicada a Andalucía. Consiste en una serie donde figuran la mayor parte de los partidos políticos y sindicatos, pero trasladada al blanco y verde. Fue su particular propuesta para una bandera de Andalucía. Así que prácticamente toda la obra expuesta es muy cercana a la región. De esta colección sobre todo destaco un poema premonitorio de Lorca en el que habla de su propia muerte y de no saber dónde está enterrado su cuerpo.

¿Cuál es su opinión acerca de la Ley de Memoria Histórica?

Los descendientes tienen derecho a saber dónde están sus familiares. En el caso de García Lorca, es respetable que sus herederos quieran dejar las cosas como están. No considero que esta ley busque reabrir heridas, es algo desgraciadamente necesario. Ha funcionado en Italia, en Alemania y en todos los países donde han ocurrido cosas dolorosas. La diferencia radica en que en España, el régimen que derrocó a la República se dilató durante cuarenta años y eso ha retrasado la aparición de esta ley.

La amistad entre García Lorca y su marido le llevó incluso a participar en La Barraca.

Federico siempre tuvo mucha fe en mi marido. Lo hizo partícipe de La Barraca porque era el teatro de los estudiantes. Mi marido pintaba los decorados.

¿Cómo vivió José Caballero la Guerra Civil?

Pepe estaba en Punta Umbría cuando estalló. La Guerra Civil fue terrible, pero para ellos la posguerra fue peor. Mi marido solía decir que mientras hay guerra hay esperanza, pero en la posguerra todo había acabado y España estaba sumida en una crisis muy profunda. Todo lo que había antes desapareció; muchos de sus amigos murieron y otros se exiliaron. Fue muy doloroso. De su grupo de amigos sólo pudo salvar sus amistades con Neruda y Caballero Bonald.

Las obras de su marido no se dieron a conocer hasta mediados de los años cincuenta, ¿por qué se tomó tanto tiempo?

Mi marido se trasladó a Madrid para estudiar Ingeniería y durante su época universitaria sólo dibujaba. Aquella época no era como ahora. Los jóvenes de ahora tienen muchas facilidades para estudiar en cualquier provincia, antes no era así. Mi marido era un chico de provincias que no tenía contactos en Madrid. Además, no era fácil vivir del arte en esos años y antes de dedicarse a la pintura tuvo que hacer otras cosas. Entre otras, fue director de un centro de Galerías Preciados en Madrid durante algún tiempo y realizó otros trabajos. Fue Daniel Vázquez Díaz quien le animó a que desarrollara su talento y quien le introdujo en los círculos artísticos de la época.

¿Qué le debe su marido al pintor Daniel Vázquez Díaz?

Le debe muchísimo. Para empezar, la familia de mi marido no estaba muy conforme con la idea de que Pepe se dedicara a la pintura y fue Vázquez Díaz quien les convenció del talento que perdería el arte español si su hijo no cultivaba su talento. Vázquez Díaz le sacaba muchos años de experiencia a Pepe. Él ya había estado en París y se rodeaba de los mejores artistas de la época. Cuando se conocieron, Vázquez Díaz estaba pintando los murales del Monasterio de La Rábida y rápidamente se dio cuenta del potencial de mi marido.

Su marido le sacaba veinte años a usted, ¿cómo le conoció?

Él se fijó en mí en una ocasión. Yo iba paseando por la calle Alcalá de Madrid y él me vio pasar. Fue más adelante cuando, a través de unos amigos en común, las cosas fueron surgiendo. En aquella época yo era una niña con una larga melena rubia. Pero desde que me vio hasta que nos encontramos, pasó mucho tiempo.

Su marido y usted también tuvieron amistad con Picasso, ¿cómo entraron en contacto con el pintor malagueño?

A Picasso lo conocimos en 1958, en Niza. En aquella ocasión también coincidimos con Miró. Pablo se interesó en nosotros porque éramos españoles y nos invitó a comer a su casa, donde también estaban su mujer y el pintor Jean Cocteau.

¿Cómo se mantuvo la amistad con Picasso a través de los años y la distancia?

Después de aquel primer encuentro nos seguimos carteando durante mucho tiempo. Picasso quería saber todo el tiempo de Málaga porque él sabía que teníamos mucha relación con la provincia, ya que pasábamos muchas épocas en nuestra casa de San Pedro de Alcántara. Era extraordinariamente simpático con nosotros. Siempre que hablábamos nos mencionaba un tranvía que pasaba por La Azucarera. Decía que se acordaba porque hacía una curva muy cerrada y había que agarrarse fuerte para no acabar en el suelo. Tuvimos una buena amistad con él y nos regaló muchos dibujos.

¿Ha sentido que España no ha sido lo suficientemente agradecida con el trabajo de su marido?

España no es un país fácil, siempre ha sido un poquito madrastra en el sentido de que cuesta mucho hacerse un hueco y que se reconozca la labor de un artista. Por eso desde la Fundación hacemos todo lo posible para que la obra de mi marido se conozca en España y nadie pierda la ocasión de conocer la figura de José Caballero.