El Museo Carmen Thyssen de Málaga revisa en su nueva exposición temporal, inaugurada hoy, la visión de la mujer en las distintas etapas del pintor barcelonés Hermen Anglada-Camarasa (1871-1959), que mantuvo esta temática como una constante a lo largo de casi toda su carrera.

Carmen Thyssen-Bornemisza se ha mostrado hoy en rueda de prensa complacida por inaugurar esta exposición "digna de lo que se merece este pintor", del que se ha declarado "una admiradora".

La baronesa ha asegurado que está "abierta a hacer exposiciones temporales de otras colecciones y museos", como ésta en la que el grueso de las 54 obras seleccionadas pertenecen a la Fundación La Caixa, después de que las tres primeras muestras del Museo de Málaga tuvieran fondos de su colección, por lo que ahora va a "descansar un poco".

Por su parte, Silvia Pizarro, nieta del artista y comisaria de la exposición junto a la directora artística del Museo, Lourdes Moreno, ha apuntado que no tiene recuerdos personales de su abuelo, que murió cuando ella tenía un año, pero por comentarios familiares sabe que fue "un hombre con gran sentido del humor, muy sociable y muy independiente".

"Supo disfrutar de la vida. Era un hedonista nato, además de un esteta, y tenía una habilidad especial para sacarle a la vida el color que quería. Así pudo, desde la celda de Montserrat en la que estuvo durante la Guerra Civil, hacer una producción paisajística extraordinaria", ha añadido Pizarro.

Las obras se han agrupado en la exposición por temas, además de seguir un orden cronológico, y arrancan con la llegada a París en 1894, cuando Anglada-Camarasa "tiene relación con el simbolismo y con sus pintores de referencia", y en sus cuadros hay claroscuros, sombras y dorados, ha explicado la comisaria.

La siguiente etapa corresponde también a la estancia en la capital francesa, aunque ya en una época de esplendor del artista, de 1900 en adelante, y con mujeres "en retratos o en los ambientes nocturnos que a Anglada tanto le fascinaban".

"Le llamó la atención la luz eléctrica en este mundo nocturno, después de que se hubiera sustituido la luz de gas. Estas mujeres, casi siempre en obras de pequeño formato, son evanescentes y etéreas, con vestidos vaporosos".

El recorrido prosigue con piezas posteriores a 1904, cuando un viaje a Valencia hace cambiar el discurso pictórico de Anglada, "que incorpora el decorativismo y el color y aumenta el formato de las obras".

En esta época plasma a la mujer, bien con motivos folclóricos, como con trajes regionales valencianos, o bien "como representación o metáfora de un tipo que le interesaba".

A partir de 1914, con su traslado a Mallorca, el paisaje se convertiría en el motivo principal de sus cuadros, aunque sin abandonar definitivamente a la mujer, y esta etapa se vería interrumpida al sorprenderle el estallido de la Guerra Civil en un viaje a Barcelona, lo que le llevaría a Montserrat y al exilio durante diez años en Francia.

Una última sección está dedicada a la atracción que sintió por los gitanos y la danza, ya que Anglada estaba "fascinado por el exotismo y el primitivismo del mundo gitano", y al mismo tiempo interesado por la anatomía femenina y sus movimientos durante el baile, ha señalado Silvia Pizarro.

Mientras, la directora artística del Museo ha recordado que Anglada-Camarasa "fue uno de los artistas más reconocidos de su tiempo, junto a Sorolla o Zuloaga", y ha apuntado que toda su producción puede definirse como "un cántico a la imaginación, con referencia siempre a lo natural". E