Su nuevo disco se titula Las diez de últimas. ¿Está pensando en retirarse?

No. Estoy pensando en jugar al tute.

Porque no tiene en mente colgar la guitarra...

Bueno, la guitarra la llevo colgada siempre. Pero, no, seguiré actuando y escribiendo canciones.

Recientemente dijo que lo único que había hecho en la vida es escribir canciones. ¿Le parece poco?

Mucho no, la verdad. Cuando pienso que hay autores que han escrito mil canciones... Yo llevaré unas 180, así que no me parece mucho.

¿Cree que una canción es capaz de cambiar el mundo?

No. No lo cambia para nada.

Pero algún efecto sí que producen...

Hombre, sirven para suscitar un estado de ánimo. También sirven para estar entretenido mientras las escuchas. Pueden tener una influencia social, pero más bien por casualidad. Pensemos en Grandola vila morena, en Portugal. Se utilizó como clave para un cambio político, pero la canción no cambió el mundo para nada. No sé para qué sirven las canciones. Pero, ¿para qué sirve un cuadro? Para nada: para mirarlo y disfrutarlo, emocionarse y cosas de esas...

Este álbum viene acompañado de un libro, El derecho a la pereza, de Paul Lafargue, que arranca con la frase de Lessing: «Seamos perezosos en todas las cosas, excepto al amar y al beber».

He escogido ese libro porque hay tal propaganda a favor del trabajo que pensé que no estaría de más poner un poco de propaganda en lo contrario, algo que siempre hace más feliz a las personas. Hay una obsesión por el trabajo que sólo conduce a producir, producir y producir. Y tanto producir nos está llevando al desastre.

¿Le ha tocado la crisis o ha sabido esquivarla?

Me he escabullido, no porque supiera sino porque no he tenido que hacer nada. Cuando hubo vacas gordas, no me afectaba. Y ahora que hay vacas flacas, pues tampoco me afecta. Siempre he cantado en sitios pequeños. Alguno de los garitos a los que yo tenía costumbre de ir sí que ha cerrado.

En estos años se ha escabullido de la problemática económica pero no del brazo implacable de la moral católica.

Aquello fue algo muy desagradable y muy largo. Duró siete años el asunto. A mí me pareció absurdo lo que me sucedió. Y realmente nunca creí que me fueran a condenar. En ese sentido estaba muy tranquilo.

¿No le han dado ganas de abrir una pastelería y vender Cristos horneados como si fueran rosquillas?

No. Lo que dan ganas es de retirarse un poco más del mundo. Esas cosas te hacen preguntarte en qué país vivimos.

¿Qué opina que el nuevo Papa quiera abrir las puertas de la iglesia a mujeres y homosexuales?

No me lo creo mucho. El Papa es poca cosa él solo. Tiene a toda una organización llamada Iglesia detrás. Y eso no se cambia con unas palabras. Aunque sí que parece que tiene mejor actitud que el anterior.