Málaga está trufada de lugares que nos hacen seguir confiando en ella. Sitios con encanto, esencia y sabor aún teniendo mermadas sus características iniciales. Acostumbrados a una ciudad de escenarios culturales pre fabricados y con tufillo a mentira, encontrarse con espacios que son historia de nuestra ciudad, nos confirma que hay vida más allá de la mediocridad a la que nos tienen acostumbrados en la capital del sur de Europa.

Uno de esos lugares especiales de Málaga se sitúa en el Paseo de Salvador Rueda -conocido por todo el mundo como Camino Nuevo, salvo por los familiares del señor Rueda- y ha sido punto de encuentro del flamenco y la copla en la capital durante muchos años: El tablao de Emi Bonilla.

El pregonero malagueño

Emi Bonilla, natural de Peñarrubia pero malagueño de adopción, es un artista consagrado en el mundo de la copla y el arte escénico. Una figura de las que se intuyen desde lejos. De los de planta de artista y maneras de virtuoso hasta abriendo una puerta.

Emi comienza su carrera artística subiéndose a los escenarios siendo aún muy joven y pronto despunta por su torrente de voz y su personalidad aplastante hasta el punto de ser observado por una de las empresarias más populares y punteras del panorama español: Manolita Chen.

Es a mediados de los cincuenta cuando Emi recibe la llamada de ofrecimiento para trabajar en uno de los espectáculos más consagrados del país, el Teatro Chino de Manolina Chen. Es a partir de este momento cuando la fama y popularidad de Emi se multiplican y pasa a ser una estrella de calado en el mundo de la copla y las variedades.

La carrera del artista evoluciona y pasa a montar sus propios espectáculos con su propio cuadro flamenco con los que recorre todo el país hasta dar el salto al extranjero. Es aquí cuando algunos de los sellos discográficos más potentes de la época se ponen en contacto con Bonilla para producirles grandes trabajos que serán éxitos de ventas de la época. Bajo la marca Discos Belter o Zafiro Producciones, Emi saca a la venta discos de copla y rumba que aún son objeto de compra y venta por el público más joven al tratarse de trabajos que representan los hitos de una época en el panorama musical nacional. Rumbas Flamencas, Pregonero de Coplas o el popular Beatlemanía Flamenca son algunos de los trabajos con los que Emi revoluciona el género musical.

Durante estos años de floreciente éxito, el artista del Camino Nuevo comienza a compartir cartel con grandes estrellas y se codea con personajes de la talla de Emilio Moro, Ana María o el Príncipe Gitano. Emi Bonilla ya es un artista consagrado.

El tablao de Emi Bonilla

Tras años de éxito, artístico y por consiguiente económico, Emi decide levantar el pedal del acelerador y espaciar su agenda de espectáculos. El arte es mágico pero cansa muncho y conlleva el abandono de algunas parcelas de la vida. Así pues, en la propiedad situada a mediación del Camino Nuevo, Emi construye una hermosa casa y junto a ella un lugar que pasó a ser referencia del arte local, su propio tablao flamenco.

Gestionado por la hermana del artista, Charito Bonilla, y bajo la supervisión participación del propio cantante, se erige un tablao de primer nivel que estuvo casi una década ofreciendo espectáculo a los malagueños y visitantes extranjeros.

El estilo de este local era sencillo: muy buenos espectáculos, un público de perfil alto y un trato y servicios propios de lugares de primer nivel.

Tras una reja en forma de guitarra verde y con una pared de blanco inmaculado, se accedía al tablao de Emi mediante unas escaleras en las que un enorme cuadro del artista te daba la bienvenida. Allí abajo, unas instalaciones de grandes dimensiones con un espectacular escenario hacían que el cliente ya supiera que lo que iba a presenciar sería de calidad.

Así era hasta el punto de que el tablao de Emi Bonilla fue punto de encuentro de grandes personajes de la sociedad malagueña. Las mesitas y sillas de anea de aquel lugar fueron testigos de grandes negocios entre empresarios que comenzaban en El perro andaluz y se cerraban en casa de Bonilla.

Por este lugar pasaron, actuaron en algunas ocasiones y en otras disfrutaron -y dejaron testimonio gráfico de ello-, personalidades de la talla de Dolores Vargas, Caracolillo, Juanita Reina, Terence Hill, Marisa Medina, Uribarri, Marisol, Pepe Palanca, José Legrá, Papillón, Amina o el futbolista Gento.

En casa de Emi se venía a actuar pero también a disfrutar, consiguiendo que cualquier artista del panorama español hiciera parada allí cuando recalaba en Málaga. Por los escenarios del tablao pasaron los mejores artistas de Sevilla y Jerez, las grandes chirigotas y comparsas del carnaval de Cádiz y nombres ilustres como Gracia de Triana.

Tras años de éxito y abundancia y al regresar más a menudo a casa, Emi Bonilla decide que la vida y recorrido de su tablao han llegado a su fin. De manera progresiva, comienzan a limitar sus aperturas llegando en algunos casos a abrirlo únicamente de manera puntual para fiestas y espectáculos muy bien programados para personas y fechas señaladas. En todo momento, Bonilla desea que su tablao se mantenga en condiciones estupendas teniendo servicio a su cargo dedicado a la limpieza y conservación de dicho lugar.

Casualidades del destino, años más tarde Emi, un gran amante del cine, entra en contacto con un grupo de personas aficionadas a dicho arte y con participación en la actividad del legendario cine Albéniz.

Dadas las características de conservación y nivel del tablao, el artista junto a sus amigos deciden transformar de manera poco agresiva el espacio para habilitarlo como cine aprovechando las dimensiones de su escenario y el espacio libre.

Así, de un día para otro, la gran sala del tablao recibe unas hermosas butacas de cine, una gran pantalla practicable sobre el escenario y un proyecto de cine de más de medio siglo. Un almacén alberga latas de aluminio con cientos de películas de todas las épocas. Emi se había hecho un cine en casa.

Ha sido tal la aceptación y éxito de su experimento, que a día de hoy sigue recibiendo los rollos de las películas que actualmente se proyectan en cines de la capital y su salón ha sido espacio de visionado y tertulias para directores nacionales e internacionales. El éxito, la fama y el buen servicio han perseguido a Emi durante toda su vida y ahora no iba a ser menos. Bonilla es un triunfador.

Hasta aquí llega de manera poco detallada la vida de un malagueño que llevó el nombre de su tierra en el corazón, en su maleta y en las letras de sus canciones. Hasta aquí la narración del dueño de la casa que vigila desde lo alto todo el Limonar.

Les he hablado de un trabajador serio. Formal y honesto. De alguien que supo administrar su trabajo y el dinero ganado haciendo kilómetros como cualquier artista. Un señor elegante, pinturero, con buena planta.

Emi se distingue desde lejos. Siempre perfectamente vestido. Con un pelo espectacular y una media sonrisa perenne en su rostros. Circulando con alguno de sus Mercedes restaurados paseando por el centro o de compras por el barrio de la Victoria.

Emi Bonilla es un artista. Trabajador. Que ha vivido, vive y sobrevive sin ayudas de nadie ni palmadas en la espalda del Ayuntamiento.

Ojalá alguien se fije en él. Y en su tablado. Y aquél lugar recupere el brillo de décadas pasadas. Porque no se ha borrado. Esta debajo y solamente hay que soplar para que regrese.

Pero mientras eso suceda, Emi seguirá allí. Y seguirá cantando allí donde lo llaman. Y mantendrá la compostura de artista por siempre. Porque su planta no se compra con dinero. Se nace o se nace artista. Y él lo es. Gracias, artista, por existir. Por mantenerte y por no marchar nunca de esta tierra tan falta de personajes como tú. Qué gran honor poder conocer al guardián del camino nuevo. Emi Bonilla. Viva Málaga.