A Lenny Kravitz lo podría definir el mismísimo Guardiola, con aquel famoso «puto amo». Anoche dinamitó el Auditorio de La Cantera de Marbella a su antojo. Abrió el ciclo de conciertos del Festival Starlite con una hora de retraso y colas interminables en los accesos, pero a nadie le importó. Cuando eres maestro del rock para varias generaciones y puedes pasarte la tarde en una piscina de la Costa del Sol, relajado y seguro de lo muchísimo que darás de sí en cada instante de tu espectáculo, los tiempos sólo puede marcarlos tu corazón. Como mucho la cadencia de tu guitarra en las composiciones más pausadas.

El estadounidense regaló las primeras notas de la velada sin sorpresas: con ese contundente Frankenstein, incluido en su último lanzamiento, Strut, el que para muchos le devuelve a sus orígenes más rockeros. Y, aclamado como auténtica estrella de la música popular en el festival que presume precisamente de estrellas, apuró su contoneo para meterse a su público en el bolsillo con American woman. Este éxito de los noventa más tardíos, versión de los poco reconocidos The Guess Who, hizo temblar hasta las rocas más firmes de un espacio natural que ayer sudaba a 33 grados caída ya la noche (Manilva superó los 40 por la tarde).

Lenny se presentó justo después de ese clásico: «Muchas gracias, good evening, Starlite». Pero sin concesiones atacó otro atronador estribillo. La mitad de edad y unas cabelleras bien largas lucía cuando estrenó un It ain´t over til it´s over, una de esos medios tiempos con los que reverdecía los mejores arreglos del soul clásico que ayer volvió a sonar recién horneado, como salido de la coctelera que había supuesto la década anterior a su publicación, aquellos maravillosos 80.

La primera gran noche del Starlite ya tenía todos los ingredientes: vaqueros ajustados, gafas de sol, pero sobre todo la energía propia de un adolescente mirándose en sus miles de fieles, entregados a la madrugada que estaba por llegar.

Hay mucha querencia al funk y al soul en esta tierra. Pero todo el que llega, turista y residente, parece que se une a esa misma causa. Algo así debió decirse Lenny, contagiado de «amor, y más amor». Todo el que recibió incluso de manera explícita: con alguna fan casi encaramada al escenario a las puertas de que empezase a sonar Always on the Run, otro himno primigenio de un Kravitz que para redondearlo, al escribir la letra, se apoyó en su amigo Slash.

La Cantera no dejaba paso a la brisa. Daban fe del bochorno desde la batería Cindy Blackman -esposa de Carlos Santana- hasta el guitarrista Craig Ross. Pero aún faltaban por sonar, superada la medianoche, Believe, I Belong to you o la incombustible Are you gonna go my way, uno de los riffs más reconocibles de todo su repertorio.

Entre los artistas que desde muy temprano se dejaron ver por el recinto de La Cantera de Marbella, convertido además en auténtica meca para amantes de la alta gastronomía, Pablo Carbonell o Alaska y Mario Vaquerizo. Eso sin enumerar el rosario de personalidades llegadas para la ocasión desde el Reino Unido, Rusia, Alemania o Canadá.