El pasado noviembre celebramos el centenario de una de las piezas claves de la narrativa contemporánea y, sin duda, una de las fábulas más turbadoras que nos ha dejado la literatura universal.

Cuando leí por primera vez tan singular relato experimenté una impresión de desasosiego y extrañeza. Y es que La metamorfosis es una obra alegórica escrita en pleno expresionismo que refleja la angustia del hombre a través de sentimientos y emociones del autor que distorsiona la realidad con el fin de sacudir los espíritus de los lectores, haciendo más intensa la comunicación artística y adelantándose al surrealismo de los años 20.

El extraño relato kafkiano es producto de la crisis finisecular que constituye toda una encrucijada para el mundo: la segunda revolución industrial y esplendor de la burguesía, junto a masas obreras que luchan por cambios sociales; la guerra del 14, la revolución rusa de 1917. Toda una época convulsa de tensiones sociales e ideológicas que desencadenarán sistemas totalitarios comunistas y fascistas representados en las figuras de Stalin y Mussolini. La literatura y el arte se hacen eco de nuevas inquietudes existenciales y el psicoanálisis de Freud revoluciona el comportamiento de la psique humana. Las vanguardias artísticas y literarias se suceden vertiginosamente como consecuencia del caos y el arte se aparta de la realidad en un fuerte proceso de deshumanización.

El singular relato de Kafka no es sino expresión de una nueva y extraña manera de ver el mundo; un mundo percibido como ambiguo, fragmentario y absurdo como el de la propia existencia. Por ello, cuando en la ya lejana época de mi juventud me enfrenté a la lectura del texto de Kafka no pude reprimir el comentario: «qué disparate€, qué absurdo, qué sin razón, e incluso qué nauseabundo» y es que ya estaba «rompiendo como un hacha el frío hielo de nuestros corazones», La náusea de Sartre. Acostumbrada al tratamiento realista de la historia galdosiana, pude comprender tras sucesivas lecturas de La metamorfosis la conjunción existente entre historia y vida, una vida convulsa que caló en el sensible corazón del escritor checo y de muchos de sus contemporáneos, generando un relato de significación simbólica donde confluyen lo imaginativo, lo irracional, lo onírico€ y donde todo gira en torno a los conflictos existenciales del protagonista anulado por sus circunstancias y en permanente lucha con el mundo y consigo mismo.

El breve relato reproduce «la fantástica transmutación» o «suceso extraordinario» que sufre el protagonista, quien una mañana amanece convertido en un repugnante escarabajo de dimensiones humanas. Evidentemente, se trata de un suceso insólito, increíble, de un disparate, cuya carga simbólica evidencia la vida de un individuo diferente, aislado e incomprendido que lucha por sobrevivir ante una maquinaria institucional abrumadora. Toda una grotesca alegoría, reflejo de las sensaciones anímicas y físicas del autor. Las vivencias personales del protagonista y su lucha por sobrevivir constituyen el objeto principal de la novela, más allá de la mera anécdota que supone la monstruosa transformación.

La novela se inicia con el despertar del personaje, ya convertido en insecto y en cuyo letargo inicial, no es consciente de la transformación. El protagonista, en los momentos iniciales se rebela ante esa apariencia monstruosa, e intenta de nuevo conciliar el sueño, convencido de que al despertar habrá recuperado su condición normal. Tras una lucha interior absurda por recuperar su condición de hombre, su trabajo, a su familia€; comienza la fase de aceptación de su monstruosa condición animal, e intenta aprender a manejarse y a sobrevivir. Comienza el proceso de animalización, «la metamorfosis» físico-mental del personaje, su progresivo desasimiento de lo humano. Lo aisla el mundo, la sociedad y hasta lo más querido, su propia familia, siente odio, asco, repulsión, vergüenza€ Se aparta de él y su madre también lo evita, tratando de buscar una evasión a la angustia existencial que padece. Nadie comprende que Gregorio, pese a su animal apariencia, piensa y siente aún como un ser humano. Ha dejado de ser un objeto útil, ya no interesa. Ahora es una carga para ellos que rehúyen responsabilidades. La muerte sería su única liberación y la de su familia. El hombre como objeto útil es un problema histórico producto de la Revolución Industrial que se extiende desde 1700 a 1950, de la que el propio Kafka fue testigo y de la que derivó la idea de la explotación y denigración del hombre convertido en una pieza mecánica que si no funcionaba se tiraba por inservible.

Gregorio duerme escondido, asustado, reprimido, angustiado, debajo del sofá. Sus alimentos son diferentes de los de los seres humanos. Cuando a Gregorio le retiran los muebles de su habitación en la que vive recluido, se produce la culminación del proceso de animalización. En un principio le satisface la idea, pues podrá arrastrarse a su antojo, pero también es consciente de su deshumanización y de que su espíritu se desdibuja hasta convertirse en una caricatura de lo que fue. Poco a poco la habitación de Gregorio se va convirtiendo en un trastero, lo que hace aumentar su aislamiento. Su propia familia prepara su final. Gregorio muere de inanición. Enfrentada a una situación sin remedio, su hermana propone entre lágrimas deshacerse de él. Pero Gregorio que ante su estado de desesperación, no se alimentaba desde hacía días, es encontrado muerto por la sirvienta que lo arroja a la basura. Ligeramente apenados, pero sobre todo aliviados, la familia se alegra de poder comenzar una nueva vida.

Nos encontramos ante una obra que coincide en bastantes ocasiones con las vivencias del propio Kafka, su entorno familiar, su época, y su pasado religioso. El escritor provenía de una familia judía en la que el padre representaba la máxima autoridad. Empeñado éste en que trabajase a toda costa en el negocio familiar, desprecia los anhelos de su hijo que sueña con ser escritor. El elemento autobiográfico está presente en cada página del relato donde se encuentran todos los miedos y temores de Kafka, expresados por boca del protagonista. La relación entre Kafka y su padre era muy similar a la que se nos presenta en la novela entre Gregorio y su padre. Ello está constatado en la Carta al padre, que Kafka escribió a su progenitor en 1919 y donde se describe como un ser dominado y humillado por un padre tirano que un día le dedicara esta frase: «eres un bicho», que acrecentó el aspecto repulsivo con que Kafka se veía a sí mismo.

Asimismo, desde el principio de la novela, observamos un protagonista indefenso e incapaz de valerse por sí mismo. La idea de la relación de inferioridad con respecto al padre, se expresa claramente en el relato pues el protagonista queda convertido en un insecto sintiéndose inseguro e inferior no sólo frente a su padre sino frente a toda su familia que le aisla en una habitación porque ha dejado de aceptarle. El sentimiento de culpabilidad se hace presente en el protagonista porque ha dejado de ser útil, ya no puede traer dinero a casa como hacía antes. Kafka al igual que su personaje siente que el infortunio ha llegado a su vida. Y la metamorfosis podría constituir una alegoría sobre este complejo conjunto de sentimientos de inferioridad e impotencia ante lo establecido. La condena, impuesta en el protagonista desde el inicio de la novela, pone de manifiesto el carácter dramático del personaje. Víctima de la existencia, el hombre prevé su maldición, asumiendo el inexorable destino que le aguarda. El hombre es arrojado al mundo involuntariamente, exiliado en un cuerpo atrapado por la razón, y culpabilizado pese a su inocencia. La única salida es la aceptación. El cargo imputado sobre el condenado no es otro que el existir. En filosofía, Kafka es afín al danés Sören Kierkegaard y a los existencialistas del siglo XX. Aunque en el ámbito del relato, podemos comprobar, como telón de fondo, las circunstancias históricas y sociales que contribuyen a la existencial derrota: ese ritmo acelerado de la vida occidental que mantendrá sujetas a unas sacrificadas clases medias en un sistema anti-humano, de abusos, de injusticias que encadenan al individuo. Para Kafka la realidad burguesa de principios del siglo XX y la lucha por el éxito económico, social y político del capitalismo, no eran más que una degradación del hombre, una manifestación del erróneo camino en que éste había iniciado su andadura existencial. El personaje está totalmente encadenado a una realidad insoportable y sus posibilidades de existir se desvanecen en un cuerpo sin alma.

El propio autor reconoce que, aunque las cosas que cuenta salen de su propio corazón, la historia es «extremadamente repulsiva» y «nauseabunda». «Produce un miedo espeluznante». Aunque, paradójicamente, el relato rezuma cierto humor envuelto en una dosis de ternura.

La fuerza de su obra ha sido tan importante que el término kafkiano se aplica a situaciones sociales angustiosas o grotescas, o a su tratamiento en literatura.

*Pérez Ortiz es filóloga, catedrática y escritora