­Carminho (Lisboa, 1984) está considerada desde hace mucho como una de las mejores representantes actuales del folclore portugués, aunque en España se dio a conocer al gran público en 2011, cuando Pablo Alborán le invitó a participar en el tema Perdóname. La cantante lusa acude el próximo sábado al Festival Terral del Teatro Cervantes (20.30 horas) para interpretar las canciones de Voces, su tercer álbum tras los éxitos de Fado (2009) y Alma (2014), y estremecer al patio de butacas con el género que mejor domina.

Asegura que este nuevo álbum significa una evolución en su carrera. ¿En qué manera?

Este disco nace como una búsqueda de mis raíces, de las músicas que escuchaba cuando era niña y viajaba con mi familia. He vivido en el Algarve, al sur de Portugal, donde se hace una música que no tiene nada que ver con el fado. El folclore de Portugal posee una gran riqueza. Estas canciones tradicionales traen consigo otros instrumentos y por tanto otras sonoridades. Junto al fado, que es mi lenguaje más profundo y que también está presente en el disco, se encuentra esa herencia musical portuguesa.

¿Su intención es mostrar la riqueza sonora de su país?

Claro. Responde a una necesidad de buscar nuevas sonoridades sin abandonar la música y las tradiciones que siempre me han inspirado.

Parece que en estas canciones hay más alegría que en los fados...

Sí. Más alegría que aportan las percusiones, que tienen mucho protagonismo. El fado para mí es una música profunda, no necesariamente triste. Es la traducción de la vida cotidiana de los hombres y mujeres de la ciudad. Y en esa vida hay tristeza y alegría. También dolor y desamor. Los portugueses somos trágicos y nos gusta cantar y revivir los sentimientos dolorosos. Pero también en el fado hay muchas historias de la ciudad o de personajes importantes.

El flamenco y el fado han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. ¿Ha mejorado la promoción del fado tras lograr esta distinción?

El fado es la identidad de todo un pueblo. Y por eso es necesaria la conciencia de los gobiernos en entender que la cultura es fundamental para la construcción de la identidad de un pueblo. Con este reconocimiento de la Unesco hay más información disponible y más información organizada. También hay más y mejor comunicación. Creo que a la Unesco también le beneficia tener al flamenco y al fado como sus banderas, porque siempre que se habla de ellos se habla de la Unesco. Ambos géneros cambiarán y evolucionarán, pero siempre permanecerán en el tiempo.

Hablando de evolución, ¿qué opina de los que critican que el fado entre en contacto con otras músicas?

Considero que ambas posturas son muy importantes. Los puristas son fundamentales, porque son, de alguna manera, los que poseen el conocimiento y pueden guiar la evolución del fado. Pero el fado es una música urbana y activa. No es una lengua muerta. Es una lengua vida, actual y que habla de hoy.

¿Es más sencilla la inspiración con la crisis económica y política que vivimos?

Siempre hay motivos para quejarnos y sufrir. Los habrá siempre. A la vez que vivimos tiempos de dificultad para muchas personas, particularmente el fado está experimentando lo contrario. Porque el fado es como un refugio. Es como cuando de pequeño tienes un dolor y corres al regazo de tu madre. Las personas se encuentran reconfortadas con sus raíces.

¿Cómo respira su música en Latinoamérica, donde ha estado recientemente de gira?

Ha sido un experiencia increíble y muy especial para mí. En Buenos Aires estuve en una sala espectacular, en la que canté tango, que es una música porteña y hermana del fado, inspirada en la nostalgia de las partidas y las llegadas.

¿Cómo recuerda su colaboración con Pablo Alborán?

Fue un momento muy importante en mi carrera. Fue algo increíble que un artista con tanto éxito invitase a una cantante portuguesa de estilo tradicional a cantar con él, que podría haber escogido a cualquier otro. Creo que su elección fue por el camino del corazón y la intuición. Lo que aconteció con ese dueto fue un amor artístico sincero entre los dos y una música que fluyó de una manera natural.