Primero fue El asesino hipocondríaco (2012) y al año siguiente, El sueño del otro. Ambos títulos fueron recibidos con entusiasmo, pero la idea de su novela «más ambiciosa» seguía persiguiéndole desde 2002. Catorce años después de haberla ideado, Juan Jacinto Muñoz Rengel publica El gran imaginador o la fabulosa historia del viajero de los cien nombres (Plaza&Janés), una interpretación imaginativa de la historia y sobre cómo Cervantes inventó el género de la novela. Un homenaje a la ficción literaria y al poder de la fabulación.

A las dos semanas de llegar a las librerías, la novela ya ha alcanzado su segunda edición. ¿Imaginaba tal acogida?

Es algo que no se puede controlar. Ni lo controla uno mismo ni lo controlan las grandes editoriales. Lo que hace que la gente coja un libro de la mesa de novedades de las librerías es la portada, el título y la información que hay en la contraportada, que tiene que ver con lo que hay dentro del libro. Y esta novela tiene muchos ingredientes que pueden llamar la atención. Todo eso ha hecho que el libro empiece a moverse y que la primera reacción sea muy buena.

El protagonista de la novela, Nikolaos Popoulos, es un fabulador que pese a su extraordinario potencial no logra el reconocimiento que sí consigue Cervantes. ¿Quería que la relación entre ambos reflejase lo complejo e injusto de la profesión de escritor?

Sin duda. Me interesaba ese diálogo entre Cervantes y mi protagonista porque toda la novela es también un homenaje, aunque muy solapado, al Quijote. Y al mismo tiempo dibujo la figura del escritor. Cervantes era un desconocido que tenía todas las papeletas para morir en la batalla de Lepanto. Nadie jamás, ni siquiera él mismo, podría haber adivinado lo que luego significó su existencia y su obra.

Ha declarado que la novela trata de «reconstruir desde la ficción el origen de la ficción». ¿Logra dar con los padres del asunto?

Creo que consigo aunar una parte de esos padres de la ficción. Tengo una baza a favor, que es este personaje con una imaginación sin límites y que articula la parte fabulosa de la novela. Popoulos es griego porque allí nace la tragedia, el gran precedente de la narrativa; la filosofía y la mitología, que es fabulación pura y dura. También podríamos decir que allí nace la ciencia ficción, por eso él rastrea durante su juventud todos esos manuscritos extraños que hablan de los selenitas y que imaginan cómo se reproducían los habitantes de la Luna. Porque ya antes de Cristo se había escrito sobre todo esto. Y lo sitúo justo en una época en la que coincide con todas esas leyendas de vampiros de los Balcanes, como la de Vlad Tepes, el empalador, y la Condesa Sangrienta. También en Praga está el rabino Rabbi Loew, que también es un personaje histórico, aunque la leyenda sobre la creación de un monstruo de barro, el golem, es más dudosa. Quería rescatar todo eso junto a Cervantes y al Imperio Otomano, que fue una de las grandes influencia de la ficción occidental.

Ficcionar la realidad le permite introducirse en la cabeza y el corazón de los personajes históricos, espacios vetados para el historiador, pero al mismo tiempo hay lectores no reciben bien ese engaño, que no deja de ser una licencia literaria.

Entiendo ese problema, pero creo que el compromiso del escritor es arriesgarse e intentar mostrar su visión sobre cómo son las cosas. Para mí, la única manera de entender la ficción es así. Yo he querido ir más lejos y dar una explicación imaginativa y más lúdica de ciertos hechos. Debajo de esta novela hay un montón de documentación y una importante base de hechos reales que creo que se distinguen. Sobre eso hay un cierto vuelo y mi personaje es un imaginador que puede imaginarse todas las situaciones. Confío en la inteligencia del lector, que creo que percibe cuando hay cosas que no pueden estar sucediendo y, por lo tanto, son producto de la imaginación del personaje. Creo que un lector cómplice puede entrar muy bien al juego. Evidentemente, los alienígenas no invadieron Estambul en el siglo XVI.

¿Qué habría sido de la cultura española si Cervantes no hubiese sobrevivido en Lepanto?

Habría sido muy triste. El mundo literario sin Cervantes no contaría con una de las obras más representativas de lo español. Lo que Cervantes nos regaló fue un producto cultural universal que sigue generando dinero, aunque él muriera en la miseria. Por eso me duele tanto que se maltrate a los escritores, porque al final lo que están exportando es cultura.

¿Es cierto que las cosas que más nos afectan en nuestra vida han ocurrido dentro de nuestra cabeza, para lo bueno y para lo malo?

Totalmente. En el caso de mi protagonista, la imaginación lo salva. Sufre mucho rechazo por sus iguales desde el colegio y por parte de su familia por ser distinto. La imaginación lo salva incluso de esa maldición de no escribir, porque siempre está en la siguiente idea. Por eso tiene una visión optimista del mundo. Pero también ocurre que cuando tiene una pesadilla, tampoco tiene límites, y es el infierno multiplicado por cien mil. Y respecto a las personas reales, creo que ocurre lo mismo: alguien con imaginación puede tener un mundo interior muy rico y vivir una vida muy plena. Pero una persona pesimista y con imaginación puede pasarlo muy mal. Si proyectas tu imaginación en negativo, puede destruirte. Lo que sí es cierto es que para cada uno de nosotros, lo más importante ha ocurrido dentro de nuestra cabeza. No importan los hechos históricos o lo que hayas vivido en primera persona, porque al final lo reinventas: te quedas con los recuerdos que te han interesado. También para bien o para mal. Ese trauma que te marcó va a ser tuyo siempre, pero está en tu cabeza. Es posible que otro, incluso estando allí contigo, no lo encuentre tan traumático.

¿Porqué suele coincidir que la imaginación y la creatividad vuelan más alto en épocas oscuras en las que la libertad escasea?

Porque una de las principales virtudes de la literatura es la evasión. La capacidad de sacarnos de un lugar en el que no queremos estar es lo que hace grande a la literatura.