­­Son cantautores de pluma y voz exquisita. Sus letras, repletas de humor, describen con certeza muchos de los males de nuestra sociedad. Antílopez -Félix López y Miguel Márquez- son un dúo distinto a todo lo visto antes. La originalidad y la calidad de su propuesta ha ido ganando adeptos año tras año. Disco tras disco. Ahora presentan su tercer álbum, Desprendimiento de rutina, trabajo con el que han comenzado saborear el reconocimiento del gran público y a llenar teatros. El viernes estarán en el Cervantes (23.30 horas), donde ya sólo quedan 50 butacas libres. Conversamos con Miguel Márquez.

Aunque ya conocieron el escenario del Cervantes durante una gala del Festival de Málaga, ¿se sienten especialmente emocionados al acudir ahora como únicos protagonistas?

La verdad es que lo estamos flipando. También con toda la gira, en la que nos han salido otros teatros como el Falla y el Lope de Vega. Nosotros venimos de pequeños locales, de teterías, y ahora nos vemos ahí.

El éxito es la recompensa del trabajo bien hecho.

Claro. Es como lograr un objetivo. Con el tipo de espectáculo y de música que hacemos, nos gusta pensar que nuestro público es de mil o mil y pico personas. Y es un sueño hecho realidad. Nunca pensamos que el boca a boca fuera a darnos estas alegrías.

Un mérito doble, ya que la trayectoria de Antílopez siempre ha transcurrido al margen de la industria.

Somos independientes. Nuestra carrera no ha contado con el músculo de una multinacional. Hemos hecho las cosas por nuestra propia cuenta. Somos autónomos, nos hemos hecho empresarios y hemos creado un producto que ahora parece que la gente comienza a consumir. Somos como una especie de tienda de ultramarinos chiquitita sobre la que se ha ido corriendo la voz de que tiene buenos precios y productos gourmet.

Además, sus letras destilan compromiso con la realidad social. Incluso ironizan sobre lo que cobran los músicos de renombre por sus conciertos.

Esas conversaciones están sobre la mesa de todo el mundo. No tenemos nada personal en contra de los compañeros de trabajo y amigos de la carretera, pero sí que pueden ser un poco culpables en el momento en el que se callan y se dejan manejar. Se pierde la perspectiva. Y si uno deja de agitar su bandera para agitar la de otro, como pueda ser la de Sony, Warner, Universal..., pues se convierte en cheerleader.

En ese tema nombran a Pablo Alborán, Malú, Antonio Orozco.... Algunas críticas les han caído por eso en las redes.

Bueno, así son las redes. La gente tiene que opinar. Es algo que nos gusta. Además, lanzamos la canción con toda la intención del mundo. Para que la gente se ponga a pensar. El debate que queremos generar no es sobre a quién hay que ir a ver o a quién no, sino si podemos expresarnos realmente como nos dé la gana.

¿Sacan las discográficas demasiada tajada de los músicos?

La culpa también está en el que cede. La discográfica se sienta a negociar, pero eres tú el que no se puede dejar mangonear. y el que se tiene que plantar. En el momento en el que uno, que además está en condiciones de negociar, se reblandece, se deja llevar y mangonear... No se trata de arremeter contra las discográficas ni contra nadie, simplemente que si las oficinas empiezan a pensar únicamente en dinero, el artista tiene que poner un punto medio. Ahora que nosotros hemos empezado a generar un poquito más de repercusión, tenemos a mucha gente pensando en dinero alrededor nuestra. Hay gente que nos ha contratado y que quería poner las entradas a un precio que nos parecía demasiado. Hay que ser un poquito consecuente. ¡Que la gente está comiendo en casa de la suegra!

Las ventajas de ser libres...

Hacemos lo que queremos y nadie nos mangonea. La verdad es que es una alegría ser libre y que nadie te tenga cogido por los estribillos

¿Creen que pensamos poco sobre la realidad que nos rodea?

Depende de cada persona. No me gusta generalizar, aunque sí parece que hay poca conciencia social. Nos estamos dejando llevar. Estamos perdiendo el norte. Nos están metiendo trabajitos de mierda y somos felices con un móvil y una tablet. Nos volvemos individualistas y dejamos de ser compañeros y luchar en común.