El miedo a envejecer es uno de los temas de La carne, ¿es un miedo que la sociedad provoca con mayor fuerza en las mujeres?

El libro no solo habla del miedo a envejecer, sino más bien del miedo a la muerte. La novela contemporánea es muy existencial pero en mi caso es triplemente existencial. Hablo de la muerte, del sentido de la vida y de lo que el paso del tiempo nos provoca. Son los mismos temas que trataba en mi primera novela, Crónica del desamor, que publiqué con 28 años. Se envejece desde la cuna, somos un proyecto en el tiempo. La novela trata de la sinrazón de la muerte y del miedo a la vida. Creo que este miedo sería igual si el protagonista fuera un hombre, solo con pequeñas adaptaciones. A las mujeres se nos exige más en el aspecto físico aunque cada vez se está igualando, pero también ellos sufren presión por ejemplo a no dar la talla sexualmente. La vida es difícil de vivir para todos.

Y para usted, ¿es difícil también en estos momentos la vida?

Yo quiero seguir viviendo el momento; nunca he tenido grandes proyectos a largo plazo. Me gusta vivir la vida con la mayor plenitud y es lo que quiero seguir haciendo. Cuando vas envejeciendo hay más miedo a las enfermedades, la gente a tu alrededor empieza a morir... es el mayor cambio que encuentro. Y que el futuro se achica, aunque creo que siempre puedes cambiar de vida, pero ya no la empiezas de cero. La juventud es empezar cualquier vida desde cero y eso dura realmente muy poco.

Aún hoy en día hay gente que se sorprende de que en esta novela hable del sexo a los 60 años...

Sí, es tremendo. Me han dicho varias veces que es meritorio y valiente romper el tabú a hablar del sexo en la mujer a los 60 años. Y me dejan muerta porque nunca se me había ocurrido que fuera un tabú ni que fuera valiente por hablar de ello... Para las mujeres de 60 años el sexo, amar y ligar es lo más normal, como para todos. Sigue ese prejuicio pero es una minoría, afortunadamente.

Siguiendo con el tema del envejecimiento, ¿se valora a los periodistas mayores y su experiencia?

En general, las empresas están prejubilando a los mayores, que tenían sueldos más dignos, y se quedan con periodistas jóvenes y mal contratados a los que se puede pedir hacer de todo y no tienen ni resuello para quejarse.

¿Y cómo vive usted el paso del periódico del papel al digital?

Estamos en plena travesía del desierto. En España los medios fueron el segundo sector más machacado por la crisis después del ladrillo y en todo el mundo es así. Las empresas están completamente perdidas y llevan a cabo cosas absurdas porque no ven por dónde salir. Además, los periódicos se elaboran con un tercio de la gente y exigen que los periodistas hagan absolutamente de todo, como hombres y mujeres orquesta, y no hay correctores, que se nota también. Y así es imposible hacer buen periodismo. Además, hay más sensacionalismo que antes porque quieren vender más y creen que esta forma es buena, pero están muy equivocados: se gana a más lectores hablando de temas interesantes. Pero los medios son esenciales para las democracias, así que creo que en algún momento, quizás en diez años, se encontrará una manera de reconstruir este tejido.

¿Qué es la escritura para usted en estos momentos de su vida?

Decir que es una terapia es minimizarlo. La escritura es una estructura que te permite vivir. Como la mayoría de novelistas empecé a escribir de niña, con 5 años, cuentos de ratitas que hablaban, y me recuerdo siempre escribiendo. Por eso digo que soy una escritora orgánica, porque forma una parte esencial de lo que soy. Me permite mantenerme en pie. Sin la escritura no sabría cómo apañármelas para vivir.

¿Quién es Rosa Montero en dos o tres palabras?

Una persona curiosa, apasionada y tozuda.