María Victoria Molina empezó en la música casi por casualidad y lo hizo cuando medía menos de un metro. Tenía cuatro años y su madre decidió apuntarla a clases. Con cinco años escogería el piano como pasión y 18 años después ese amor no se ha movido ni un ápice. Ayer recibió el premio al mejor expediente del Conservatorio Superior de Música de Málaga concedido por la Fundación Musical.

9,71 puntos sobre 10 como resultado de un esfuerzo de años, de horas de estudio y días sin dormir. Es la calificación que supera cualquier estrés y la que, de una forma u otra, le abre puertas en un mundo difícil. «Lo peor de ser pianista es la incertidumbre. El no saber qué hacer cuando acabas la carrera», se lamenta, consciente que del mundo que ha elegido no es fácil. «Aquí en España es muy difícil trabajar como artista. Siempre tienes la incertidumbre de qué vas a vivir», reflexiona.

El galardón, dotado con 30.000 euros, permitirá a la joven continuar con su formación de pianista durante dos años en La Haya o en Amsterdam, los lugares que ella misma ha elegido. «Allí tengo compañeros y están muy contentos. Además, ambas ciudades tienen mucho que dar», asevera. Aunque aún debe superar las pruebas de admisión de ambos centros.

El premio supone un empujón a la carrera de esta joven malagueña que asegura que se iba a marchar a estudiar de cualquier forma. «Estoy muy contenta y agradezco mucho el premio y aunque no lo hubiera ganado, lo estaría igual. Agradezco que haya gente que, hoy día, siga apostando por la cultura. Lo de la beca ha sido un alivio. Yo ya pensaba en pedir préstamos al banco, estaba muy agobiada pensando en cómo lo podía hacer», dice.

Su relación con el piano ha tenido altibajos, como sucede con cualquier pasión. Pasó momentos de agobio, especialmente durante la ESO: «Llegué a comer en el coche», comenta. Durante el periodo de bachillerato pudo sacar tiempo para disfrutar de una que otra tarde libre. «Estudié en el bachillerato musical y solo tenía que examinarme de las asignaturas obligatorias y la nota final hacía media con las calificaciones que obtenía en el Conservatorio». Aunque hace escasos meses que la joven se graduó, septiembre se antoja lejano. Los meses que distan de aquella fecha los ha pasado en Holanda haciendo un Erasmus de prácticas. Ahora vuelve a hacer la maleta.

Esfuerzo y sacrificio

María Victoria es uno de esos grandes talentos escondidos bajo la timidez y el nerviosismo. Aunque confiesa que ya ha conseguido controlar su inquietud sabe que las mariposas en el estómago la van a acompañar en cualquier día importante: «Al final aprendes a convivir con el estrés y los nervios. Ahora intento estar sola antes de salir al escenario, respirar hondo y tomar alguna que otra infusión». La malagueña sueña con ser profesora de piano aunque no descarta actuar de vez en cuando: «Creo que llegar a ser pianista profesional es demasiado ambicioso. Es complicado y muy sacrificado. Lo que quiero es ser una buena profesora».

La pianista no cesa en su empeño y aunque dice que el cerró la etapa del Conservatorio en septiembre lo hizo solo sobre el papel. «Yo sigo estudiando cuatro horas diarias», asegura. Lo hace con calma, sin agobios pero teniendo muy claro su objetivo.Bajo tanto esfuerzo y sacrificio se esconden dos figuras que le han acompañado en cada día de ensayo y han aplaudido cualquier reconocimiento. «Todos los músicos están ahí por sus padres. Todos ellos tienen que pagar clases particulares, deben llevar a sus hijos a clase y si están en alguna orquesta, deben pagar los viajes».

El optimismo impregna cada una de sus palabras. Comparte experiencias rápido, igual que si tocara las teclas. Ríe y rememora momentos difíciles pero no deja de intentarlo. Y eso es lo que quiere transmitir. «Con paciencia todo sale y aunque parezca que no siempre puedes vivir del arte». Y eso es lo mejor que le puede pasar.