La afición taurina malagueña estaba este martesa pendiente de uno de sus toreros, que hacia el paseíllo de la plaza más importante del mundo. A las 7 de la tarde, Fortes pisaba el ruedo de Las Ventas para afrontar su primer compromiso en la Feria de San Isidro.

Las condiciones parecían propicias para que, por fin, la esperada gloria llegara para Saúl. La tarde era espléndida, soleada y sin el temido viento que tantos malos tragos hace pasar a los toreros en la Monumental madrileña. Desde por la mañana, la suerte estaba echada con el sorteo de las reses de Lagunajanda. Su juego podría ser definitorio para el desarrollo de un festejo en el que actuaban otros dos jóvenes espadas como son el salmantino Juan del Álamo y el valenciano Román.

El ya manido lema de emociones Fortes se reeditaba en el primero del lote de Saúl Jiménez ante un astado imponente de nombre Luchador. Pero el luchador era el torero, que sorprendió a todos cuando tras unos primeros tercios desordenados se plantaba de rodillas en el tercio para comenzar con un pase cambiado por la espalda. Estaba claro, no había opción para medias tintas, y con la montera siempre puesta derrochó valor y honestidad a pesar de los derrotes que le propinaba el animal. Muy firme, de verdad, se cruzó una y otra vez hasta ir cautivando al público que concluyó entregado con las escalofriantes bernardinas finales. La estocada cayó arriba, lástima que el toro se levantara y tardara luego en caer nuevamente. No obstante, el malagueño hizo que afición de Madrid rebuscara en sus bolsillos esos pañuelos que tan contadas veces utilizan para pedir una oreja que no fue considerada por la presidencia, aunque la vuelta al ruedo debe tenerse muy en cuenta en el futuro.

Lástima que el quinto no le ayudara lo más mínimo, porque la disposición de Fortes era máxima, y se le veía más lúcido que nunca para resolver las dificultades que se le pudiera presentar. Se quedó inédito con el capote, y con la muleta quiso caldear el ambiente con estatuarios de inicio. No fue posible, porque el reservón de Lagunajanda no estaba dispuesto a colaborar. Nuevamente bien colocado y templado por momentos, no quedó otra que acortar las distancias e incansable, intentar sacar los muletazos de uno en uno. Nuevamente efectivo con la espada, habrá que aguardar al próximo martes cuando tenga su segunda oportunidad de conquistar Las Ventas. Ojo con él, que ayer ya demostró que no va a quedar por su parte.

El primero de Juan del Álamo fue un toro con clase pero falto de fuerza. Ya lo evidenció de salida, y frustró el interés de Fortes por ofrecer una tarjeta de visita en forma de quite por chicuelinas. Con la muleta siguió perdiendo las manos, imposibilitando cualquier opción de lucimiento ante el enfado del impaciente público. No le ayudó tampoco su segundo, otro toro insípido que provocó la gelidez en los tendidos.

Román no le dudó al tercero de la tarde, un toro con las virtudes que se reconocen en Madrid de inicio aunque le faltó fuelle en la fase final del trasteo. Resultó volteado, milagrosamente sin que el animal hiciera presa. Se llevó el lote de más movilidad y transmisión, pero su bisoñez hizo nuevamente que la faena al último de la tarde tampoco alcanzara las cotas que se apuntaban al principio.