Seguimos teniendo reyes, y cortesanos, pero ¿quiénes son hoy los bufones?

Gente como el Gran Wyoming, algunas tiras semanales en periódicos, la revista Mongolia... Pero faltaría mucho más. Hay nuevas expresiones del bufón. Yo he titulado mi espectáculo El último bufón porque soy el final de una raza, un extraterrestre... yo vengo de un mundo muy antiguo, el circo, la carpa, los payasos, la nariz roja. El bufón era el que se oponía al poder, la voz popular, el que osaba criticar a los reyes. Ahora todo se ha visto superado. Yo reivindico esa herencia con orgullo. Hay un momento mágico, cuando enseño unas grabaciones de mi bisabuelo y mi tío en el circo Rancy realizada por los hermanos Lumière [1896] que mi hermana rescató. Es sorprendente ver otro mundo, más inocente, con ojo crítico... Yo he mantenido eso, el contrapoder, estar al lado del débil, ser la voz del pueblo, esa esencia.

Hay gente condenada por letras de canciones, chistes o tuits.

A mí me pusieron una bomba en el teatro Alfil y quedó en nada. Cada generación se enfrenta a sus problemas. Hay gente con miedo, cuando la situación es muy difícil el que tiene el poder teme perderlo pero hay que ser valiente. Hacer reír puede pagarse con años de cárcel, o con que te pongan una bomba o te lancen un cóctel molotov [que incedió la iglesia patólica que Bassi montó en Lavapiés]. Es el precio que hay que pagar. Pero el bufón toma riesgos. Yo soy consciente. La libertad nunca está asegurada y cada generación tiene que luchar por ella. Si no, el poder se perpetúa. Está el rapero mallorquín condenado a tres años de cárcel Si tocas el poder, el poder te va a tocar a ti. Es así.

Dedica su obra a «una nueva generación de cómicos desde los monologuistas y stand-up comediants hasta los youtubers».

La gente entra fácilmente en el sistema. Hace poco fui a ver a un monologuista, muy conocido, no diré el nombre. Empieza el espectáculo y abre una cerveza, ¡hace publicidad! Estaba esponsorizado. Es cargarse la tradición de los bufones, venderse.

¿El poderoso ya no es quien controla las almas o las armas sino los datos?

Antes no había datos, ni Facebook, pero en dos o tres años han encontrado la manera de vender tus datos personales e influenciar en el voto. Pues es ahí donde hay que luchar. Un gran bufón es Julian Assange. Le falta el humor, pero es necesario.

¿La autocensura es la peor censura?

La autocensura es una debilidad del carácter de la persona. Es no estar a la altura de tu deber, no guardar lealtad a tu causa. Hay quien se calla por no perder el trabajo o no meterse en líos. No es fácil pero yo tengo un duende dentro que me dice: «Si te callas eres una mierda».

¿Qué le hace llorar?

La ignorancia. Que digas uno más uno y la gente no sepa contar, que hagas chistes contra la corrupción y en las siguientes elecciones vuelvan a votar a los mismos. Eso me produce lágrimas de rabia, no de tristeza. Y me apena la inocencia tocada, gente inocente a la que otros usan...

¿Dejaremos el mundo peor de lo que lo encontramos al llegar?

El peligro es que la tecnología y la ciencia aumentan nuestra capacidad de cometer errores y daños, de destruir el planeta con una guerra atómica, de acabar con todos los insectos o los animales, la polución...

¿Nunca pensó en tirar la toalla?

Ese es el misterio, mantengo la fuerza y la vitalidad y soy el primer sorprendido. La noche de la bomba, cuando me quedé solo en el camerino me miré y me pregunté ¿vale la pena? Y me dije «sí», porque mola luchar, no tanto por el resultado, que normalmente no llega a algo, sino por el camino, por el gusto de la lucha. Después de una lucha viene otra. Lo que no cambia nunca es la necesidad de luchar. Y cuanto más malos son los malos, más me gusta la lucha.