'El efecto K. El montador de Stalin' invita al público del Festival de Málaga a reflexionar sobre la manipulación de la verdad y a buscar "una posición crítica respecto a las fuentes de información", según ha destacado su director, Valentí Figueres, a EFE.

Es una "extraña" película de ficción, "una falsedad hecha con trozos de verdad" que narra la historia de Maxime Stransky, un montador de cine de Stalin que sufre las consecuencias de negarse a llevar a cabo las órdenes del camarada, el gran montador social.

La desobediencia prende la mecha de una historia que combina películas caseras de la época, rodaje de época y voz en "off" para desvelar "que las imágenes se contaminan entre sí según lo que tenga cada una al lado, pero el espectador las percibe como una verdad", ha explicado Figueres.

"Trabajamos sobre el concepto del experimento Kuleshov, que las vanguardias soviéticas llevaron a cabo en los años veinte", el cual demostró que el público percibía hambre en el rostro inexpresivo de un actor cuando se le presentaba con un plato de comida y pena cuando se añadía la imagen de una niña muerta.

El "efecto K" se trasladó a la sociedad de la época en algunas ocasiones, como cuando "Stalin manipula los elementos y empieza a borrar a la gente que participó en la Revolución del 17 hasta convertirse en una persona absolutamente solitaria, y las generaciones posteriores ya no recordaban que habían existido esas fotografías".

Figueres, filósofo y artista, vivió en la Unión Soviética a comienzos de los años 90 y viajó en busca de "las voces silenciadas" para descubrir cómo "las utopías, los sueños de luz, se habían convertido en pesadillas atroces", ha recordado.

Junto a la coguionista de la película que ahora plasma su visión sobre el tema, Helena Sánchez, y otras personas investigó las vidas de artistas olvidados y las recordó en grandes instalaciones, "performances" y "happenigs", siempre alerta para mostrar "cómo el pasado puede ser manipulado, no solo el presente".