El sueño de un chaval de Carratraca que quería ser torero empieza a tomar forma. Tras años de lucha y sacrificio en la Escuela Taurina de la Diputación Provincial de Málaga, ayer se proclamaba triunfador del X Certamen Internacional de La Malagueta.

El mismo ruedo en el que Francisco Morales entrena a diario para conseguir que su esfuerzo tenga recompensa era testigo de su triunfo en una tarde en la que ni el viento quería perderse la gran final de un ciclo que, en una década, se ha convertido en prólogo insustituible de la Feria Taurina de Málaga.

Pero por mucho que Eolo se empeñara en entorpecer la labor de los tres clasificados, la decisión y el buen hacer del malagueño le hicieron acreedor de un premio tan valioso como el debutar con picadores el próximo año. El suyo es el primer nombre anunciado en los carteles de 2016.

Se lidió una novillada de Luis Algarra de bonitas hechuras y que, en líneas generales, se dejó ante tres aspirantes con conceptos del toreo bien diferenciados. Dentro del clasicismo, Morales destacó por su mando.

El camino hacia la Puerta Grande se iniciaba en el que abría plaza, un burraco justo de fuerzas ante el que ya demostró que no estaba dispuesto a dejarse ganar la pelea. Firme desde el inicio, le plantó la muleta para intentar sacar tandas de mano baja y con trazos largos. Los mejores llegaron con la mano derecha; y cuando el animal se quedó más corto tuvo la inteligencia de acortar las distancias y tirar de recursos en un vistoso final con circulares invertidos de enjundia. Tras un pinchazo y una estocada desprendida, cortaba una oreja y mostraba sus credenciales a sus compañeros de terna.

Pero donde mostró su máximo nivel fue en su segundo, un torito de preciosa estampa al que volvió a muletear con la mano baja y con gran inteligencia. Lo entendió perfectamente de inicio a fin, mostrándose rotundo por los dos pitones y marcando en todo momentos los tiempos que requería el trasteo. Superó la presión de torear con la plaza casi llena, se le veía la satisfacción de estar cuajando a su novillo, y, por si fuera poco, le recetó una gran estocada, que hizo que se pidieran las dos orejas que precisaba para poder salir en volandas a hombros de sus compañeros de escuela, a los que brindó la muerte de su primer oponentes.

Poco tuvo que deliberar el jurado, porque Morales no dio margen para la duda. Se demostró cuajado, y con un oficio bien aprendido de su maestro Fernando Cámara.

El segundo clasificado, por su parte, fue un novillero al que se le vieron virtudes que aún deberá pulir. Héctor Gutiérrez es un diamante en bruto procedente desde Aguascalientes, y ofreció los instantes más brillantes con el capote. No fue sencillo su lote, siendo rebrincado el primero, y con el que plantó las zapatillas en el albero para obtener una tanda importante de derechazos. Siempre bien colocado, concluyó con ajustadas manoletinas antes de mostrar sus carencias con los aceros.

Esta misma deficiencia quedó en evidencia en el último de la tarde, en el que hizo alarde de su condición azteca reivindicando pases propios de este país como la arrucina. Se empeñó en torear junto a tablas, y eso impidió alzar el vuelo a un trasteo en el que volvió a enseñar su buen corte, aunque sin terminar de cogerle el aire al novillo.

El que peor suerte tuvo en el lote fue el almeriense Sergio Roldán, que pechó en primer lugar con un eral sin fuerza ninguna al que no podía bajarle la mano porque se caía, y cuando levantaba la muleta se convertía en un banderín. Sin cesar en su empeño, intentó poner rodilla en tierra para caldear el ambiente.

Su segundo no mejoró en exceso. Salió arreando con el capote por faroles, y con la franela mostró sus ansias de ser alguien en esto. Lo que se dice estar en novillero. Pero hay tardes en las que el triunfo no está para uno, y no terminó de acoplarse con un astado rebrincado ante el que no le quedó más que pegarse un arrimón y jugarse la voltereta que finalmente llegó afortunadamente sin consecuencias. La vuelta al ruedo fue el premio de consolación a una tarde de gran entrega.