Impaciente y Confitero, dos toros que deben ser tratados con nombre propio. Se trata de dos astados con el hierro de Torrestrella que ayer saltaron al ruedo de La Malagueta y que ofrecieron la máxima expresión de lo que debe ser un toro bravo. Tenían prisa por salir, y de hecho lo hicieron en los dos primeros lugares. Si sus hermanos hubieran seguido su misma senda, habríamos vivido una tarde memorable.

Al que le tocó abrir plaza fue a Impaciente, su propio nombre lo indica, y le correspondió en suerte a Manuel Escribano, que entraba por la vía de la sustitución. Tenía ganas de darle el saludo, y el diestro hispalense que sustituía a Antonio Ferrera se fue a porta gayola. Dos largas cambiadas de salida precedieron a las verónicas. No pudimos ver cómo hacía la pelea en el caballo, ya que al ser un torero banderillero quiso dejarlo crudo. Eso sí, luego le exigiría con los garapullos destacando un tercer par al quiebro por los adentros. Se acordó de Jiménez Fortes (un #FuerzaFortes mandaba el apoyo de todos en el ruedo), y comenzó con un ajustadísimo pase cambiado. Desde ese momento se descubrió que el animal se desplazaba con emoción. Era un toro perfecto para un espada curtido en mil batallas y en un momento excepcional. Muy solvente por los dos pitones, estuvo a la altura de la clase del burel. Cierto es que Escribano no es el torero más fino del escalafón, pero la faena fue lucida. Pero no de reventón. Tras

una estocada trasera y tendida paseaba orgulloso la primera oreja de la tarde.

La segunda sería la de Confitero, un toro más completo si cabe. Porque si el anterior desarrolló una nobleza casi perfecta, éste tenía un plus de bravura. La base de todo. Le correspondió al mexicano Joselito Adame, que se percató del galope de su oponente para realizar un buen inicio de faena por estatuarios. Siempre a más, el excepcional toro tuvo mucho motor y transmisión. Enfrente tenía un lidiador dispuesto a plantarle la franela y tirar largo de él. Por si fuera poco, por el pitón izquierdo también se quería comer el engaño, aunque un poco más brusco. Bien el azteca al darle sus tiempos y lucirlo con gusto en los remates. Lo mejor, sin duda, el estoconazo recibiendo. Confitero fue un toro de dulce, y no habría pasado nada por darle la vuelta al ruedo.

Para redondear la tarde de Adame y sumar dos orejas salió el quinto, otro Torrestrella bueno, aunque en tono menor. Volvió a estar lucido y variado, y se sobrepuso a las adversidades, como cuando se estrelló el animal contra las tablas en el primer muletazo. Lo supo cuidar, adivinando que tenía buen fondo, con paciencia y poder. Luego el maestro Puyana, director de la banda de música, quiso convertirse en protagonista con una clara falta de criterio y puso al público a favor de Joselito. Al menos sirvió para que se decidiera a echar la «pata palante» y ofreciera los derechazos más templados de la tarde. La euforia llegó al límite de pedirle un inoportuno trofeo tras un bajonazo infame. No obstante, ese no es premio suficiente pasa salir a hombros en una plaza de primera categoría en Andalucía, donde hay que obtener dos apéndices del mismo toro.

El resto no fue tan brillante, como el segundo de Escribano, y en el que se volvió a ir a la puerta de chiqueros. Este torero tiene una honestidad infinita, y después de haber vivido temporadas en la sombra no quiere perder el sitio que por mérito propio se ha ganado. Nuevamente solvente con banderillas, sobre todo con el del violín al quiebro, se encontró con un astado que hasta entonces no se había definido. Pronto lo hizo para malo, parado y sin humillar. Parecía un buey, y tras mostrarlo, con buen criterio optó por abreviar.

Tampoco ayudó el tercero de la tarde, primero de José Garrido, que fue un toro manso. También es verdad que le permitió estirarse a la verónica con gusto exquisito en lances ajustadísimos. Prosiguió llevándolo al caballo con chicuelinas galleando e inició la faena con estatuarios. Pero se veía que tenía poca fuerza y desarrollaba un molesto cabeceo. Era exigente, y requería cogerle el aire, algo que le costó más de la cuenta. Se libró por dos veces de resultar cogido, y aprovechó que se rajó en tablas para allí mostrar su supremacía. Se pasó de faena ante un astado que ya no quería guerra, y finalmente lo pagó con las dificultades que le planteó a la hora de entrar a matar.

Se certificó que no había tenido suerte en el sorteo en su segundo, otro garbanzo negro, y con el que volvió a estar sensacional con el capote, con verónicas primero de rodillas, luego de pie, y nuevamente con las dos en el suelo para rematar con la media.

Amores sufrió una cogida

El drama sobrevoló la tarde en el tercio de banderillas, cuando resultaba cogido el tercero de su cuadrilla, el banderillero José María Amores, se ensañó con el torero de plata en unos instantes angustiosos en los que le levantó por el pecho, donde sufrió un varetazo, y le corneó el muslo izquierdo sin afectar a vasos sanguíneos importantes, siendo intervenido en la enfermería. Todo un trance el que tuvo que pasar el diestro para pasaportar con eficacia al incómodo animal, con peligro. No fue su presentación deseada como matador en La Malagueta, aunque tanto él como sus compañeros pusieron a las claras que hay que apostar por estos toreros que suponen una novedad en los carteles.