El músico de Belfast se presentó acompañado por unos veteranos músicos -Bryan Downey a la batería, Vic Martin al órgano Hammond y piano, Pete Reesse al bajo-, aunque bajo los focos sólo destacaba él, que al principio del concierto estuvo hosco, ofreciendo un aspecto de artista fiero y terrible haciendo sonar su guitarra a volumen brutal.

Tocó a ritmo de blues unas frases fortísimas y veloces y enardeció a su público. Nadie diría ahora que fue miembro de Thin Lyzzy, ni que durante años militó en las filas del virtuosismo rockero.

Se metió a tocar blues porque estaba harto de tocar hard rock, él mismo lo dijo. Y, sinceramente, a pesar de la movida comercial que se hizo en "Still got the Blues" -que despachó cuatro millones de copias- y "After Hours" (invitando a figuras como Albert y B.B King entre otros), tras lo visto y oído parece que Gary Moore es muy honesto a la hora de tocar blues.

Aunque el sonido no era bueno al principio, las primeras notas de "Oh Pretty Woman" predispusieron al público para disfrutar. Y así fue. El set -list incluyó algunas canciones de su último disco, "Close As You Get"- el resto eran de la época post "Still Got The Blues".

La única excepción fue el clásico de Thin Lizzy "Don't Believe A Word" -la primera mitad tocada en estilo blues, para luego pasarse a la vena rockera-. En esta sesión de testosterona blues a la que sometió al público hubo también abundantes homenajes a sus maestros: John Mayall ("Have you heard"), JB Lenoir, o mejor Johnny Winter ("Mojo Boogie"), Chuck Berry ("Thirty days", con un groove infeccioso).

La guitarra de Moore tiene ese sonido visceral, contundente y fibroso que sólo puede venir del hard, pero, a la vez, es capaz del toque intimista, melancólico y desgarrado del blues.

Utilizó cuatro guitarras en total, y su voz, envuelta en una maraña de notas tocadas a zarpazo limpio, no parecía haberse desgastado desde los gloriosos 80. Y es que, por encima de cualquier otra cosa, Moore es guitarrista, uno de los mejores, y los estilos son para él algo externo.

En la recta final, "Still Got The Blues" y "Walking By Myself" forzaron a la entusiasmada audiencia a ponerse en pie.

Hay una verdad incontrovertible: Moore toca los solos de guitarra más enfebrecidos que te hayas podido topar. Y no estoy hablando de las florituras de "Still got the blues", sino del frenesí de tonos guarros, poco pulidos, alucinatorios, que extrae distorsionados de su Les Paul Gold a través de un par de amplificadores Marshall al 10.

Te deja sin aliento. Gary Moore es el ,rey de los solos de guitarra. Todavía tiene el blues. Por supuesto que sí.