El planteamiento inicial de ´Hancock´ merece un vistazo: un superhéroe borracho y torpe (Will Smith) contacta con un experto en relaciones públicas (Jason Bateman) que le promete mejorar su imagen. A lo largo de la primera media hora, la maquinaria puesta en marcha para transformar al protagonista en un personaje ´querido´ interesa por colocar en fotograma los procesos audiovisuales (Youtube, televisión...), indispensables si se trata de implementar la ´dignidad´ de una ´persona pública´. Esto, aderezado con ´gags´ de decente factura (una multitud increpando ¡al superhéroe!), ayuda al filme de Peter Berg (´Very bad things´) a discurrir sin demasiado sobresalto.

El problema aparece cuando, superado el tercio de metraje, la cosa deriva en una historia de amor al uso. Ya, dirán, ¿a quién no le fascina Charlize Theron nada más olerla? De acuerdo, amigos... pero el viraje en el tono de ´Hancock´ rebasa el límite de la tolerancia humana. El punto crítico o la levedad de sus ´sketchs´ se olvidan velozmente al mimetizarse (no hay rubor; la pelea ´supermarital´ es vergonzosa) con aquella tontería de Ivan Reitman titulada ´Mi súper ex novia´ (2006). Claro, con ese referente, apetece huir. Da igual un cierre pegajoso (aunque podría haber sido peor) o el digno trabajo de Will Smith (un adecuado toque ´clown´), ´Hancock´ se va volando a toda leche lejos, muy, muy lejos, de nuestra memoria.

Escondidos en Brujas. En la cartelera española conviven dos películas inversamente proporcionales. ´Los cronocrímenes´, un guión sagaz placado por unas interpretaciones endebles; y ´Escondidos en Brujas´, unas interpretaciones destacables diluidas en un guión mediocre. Siendo justos, la segunda película de McDonagh valdría como correcto mediometraje. En él, podríamos habernos adentrado en la escapada de dos asesinos profesionales, Ken y Ray, hacia una ciudad tranquila donde esconderse tras haber eliminado a un objetivo y también a un niño. Historia de remordimientos y oportunidades perdidas, entonces el filme sólo rechinaría por un impresentable regodeo en la víscera. Colin Farell, emparentado al Terry de ´El sueño de Casandra´, consigue dar la réplica al inmenso Breendan Gleeson en un continuo ´déjà vu´ por las calles de Brujas que termina alrededor de un Fiennes poco comprometido con su papel. Si echamos cuentas, únicamente 50 minutos merecen la pena. En el resto esboza un montón de personajes surreales que rechinan, que no encuentran nunca su sitio y que estiran excesivamente el metraje.