La Exposición Universal de Shanghai se ve desde distintos prismas. Para el Gobierno es la oportunidad de difundir la cultura española y abrir nuevas vías de negocio en China. El gran público está más interesado en el ocio y la arquitectura. ´Xinbayá´, España en chino, empieza a sonar en Shanghai, escenario de la mayor Exposición Universal de la historia. Los mimbres que adornan el pabellón español han de servir también para fomentar el conocimiento mutuo entre los dos países y, lo que es más importante, mejorar sus relaciones comerciales. Ése es el reto.

En un país colosal, las expectativas, las cifras y las dimensiones lo son también; en China contar con que 20.000 personas visiten a diario el recinto de España en la Expo, como hace María Tena, su comisaria, no es demasiado teniendo en cuenta que el día de la inauguración, el 1 de mayo, la entrada rondó las 70.000 personas y que, cuando finalice, dentro de seis meses, se estima que habrán pasado 70 millones. Los números son importantes: los 7.000 metros cuadrados del pabellón –y eso que no es de los europeos más grandes–, los 18 millones que costó o los 53 dedicados a promoción, y también lo es el esfuerzo empleado en sacar adelante lo que para Tena es "un proyecto de Estado". Planteárselo así hizo más llevaderas las jornadas interminables en vísperas de la apertura.

María Tena acostumbra a acostarse tarde porque aprovecha las últimas horas del día para escribir, pero ahora todos sus desvelos están dedicados a la Expo. "El día de la inauguración no sabíamos si teníamos un nudo en la garganta porque el proyecto en el que estábamos era más grande que nosotros o por la falta de sueño", reconoce. La apuesta de España por China requiere un coste personal y otro, importantísimo, económico. ¿Está justificado en tiempos de crisis? María Tena cree que sí. "El esfuerzo de la sociedad española a través de sus impuestos es una herramienta inmejorable para estrechar lazos con la inmensa y floreciente China. El objetivo es que redunde en el bienestar de nuestros ciudadanos, especialmente de los que lo están pasando mal". El día de la inauguración se sustituyeron los acostumbrados brindis con vino y cava por un desayuno con churros. "Fue un mensaje de austeridad que muchos captaron y que la colonia española de la ciudad disfrutó especialmente. No podíamos brindar, pero estaba delicioso".

El pabellón, con su estructura de mimbre cocido –un material tradicional que China y España comparten–, es inconfundible. Tena lo ha comprobado: "El otro día cogí un autobús repleto de familias chinas por ver si alguien lo reconocía, y no es que la pasión me ciegue, pero cuando pasábamos por delante la gente señalaba y decía: ´Xinbayá". En estos primeros días Tena ha recibido a los alcaldes de Pekín y Shanghai, al ex presidente chino Jiang Zemin, a veinte embajadores... es sólo el principio.