Hacer la compra en un supermercado o ir a comer a un restaurante no resulta un problema para cualquier malagueño. Pero ¿y si comer fuera de casa supone una pequeña charla con los camareros y jefes para darles una serie de indicaciones culinarias? ¿Y si para hacer la compra de la semana se tarda el triple de lo normal por la pequeña manía de mirar minuciosamente cada componente en la etiqueta? Estos pequeños detalles no son ni manías ni caprichos, son los cuidados que debe tener una persona celíaca para no verse perjudicada al llevarse un trozo de comida a la boca.

Las personas celíacas presentan una intolerancia permanente durante toda su vida a la fracción proteica de gluten que se encuentra en el trigo, la cebada, la avena y el centeno. Ante esto, muchos incrédulos podrían pensar que con evitar comer pan y ciertos alimentos concretos esta alergia no supone ningún tipo de inconveniente. Sin embargo, muchos alimentos envasados, embutidos o productos especiales pueden llevar algún componente derivado del gluten, lo que puede provocar al celíaco problemas intestinales serios.

Se trata de una enfermedad autoinmune que se presenta en individuos genéticamente predispuestos y que, además, posee un componente hereditario. "Sólo en Málaga hay censados en la asociación cerca de 740 celíacos", afirmó Yolanda Galarraga, presidenta de Asociación en Málaga (Acema). Sin embargo, aunque hay muchas personas diagnosticadas, Galarraga destaca que existe una proporción importante sin diagnosticar.

En términos científicos, la enfermedad celíaca se caracteriza por una inflamación en la mucosa del intestino delgado que le impide absorber los nutrientes que proceden de la proteína vegetal de algunos cereales y con ello provoca reacciones intestinales adversas como diarrea, náuseas, vómitos, distensión abdominal y dolores. Esto conlleva una pérdida de peso y del apetito, un retraso del crecimiento y alteraciones del carácter. A pesar de todo, no existe un perfil milimétrico de la patología por lo que cada persona puede presentar síntomas diversos.

Los celíacos deben seguir una dieta estricta exenta de gluten o sus derivados. Si analizamos un día normal en unas vacaciones de verano, muchas de las comidas se consideran "prohibidas", como por ejemplo la cerveza, todo tipo de rebozados, pan, helados o incluso una copa de whisky. No sólo lo evidente contiene gluten, además existen muchas salsas y condimentos que los alérgicos no pueden ingerir. Así que de la dieta veraniega típica se debe eliminar una paella o un plato de pasta, por ejemplo.

"Sin embargo cada vez se sabe más sobre esta enfermedad y además también está más controlada", explicó la presidenta de Acema quien destacó además que la edad normal para su diagnóstico suele ser en los dos primeros años de vida. "Hay que cuidarse mucho durante toda la vida porque durante la adolescencia la persona celíaca no presenta ningún síntoma si come gluten pero al llegar a los diecinueve años el cuerpo pasa factura", añadió.

La ´Biblia´. Los celíacos tienen su propia ´Biblia´, esta vez, de alimentos, donde se refleja un listado completo de aquellos productos que pueden consumir, así como las correspondientes marcas que a su vez han sido analizadas por Face (Federación de Asociaciones de Celíacos de España). Este manual imprescindible para las personas alérgicas al gluten se actualiza cada quince días para eliminar o incluir nuevos alimentos.

Galarraga afirma que los restauradores de la capital cada vez están más concienciados con este tema, al incluir menús específicos para celíacos. "Además el pasado año se aprobó un decreto ley para que los fabricantes fueran más específicos en el etiquetado", explicó Galarraga. Esto, sin duda, facilita mucho las cosas y evita males mayores.

La cadena de supermercados ´Mercadona´ ha sido "la salvación para los alérgicos al gluten", puesto que ofrece productos aptos para celíacos y a un precio mucho más asequible que en las herboristerías. "Antes, para hacer la compra tardabas el doble porque tenías que ir de un sitio a otro buscando los productos sin gluten, además son productos muy perecederos, que no duran mucho y los comerciantes no se arriesgaban a pedirlos", destaca Galarraga.

Además, a estos precios elevados en tiendas especializadas hay que añadir que "los celíacos no reciben ningún tipo de subvención por parte del Estado", criticó Galarraga. Los comedores escolares pueden convertirse en otro inconveniente para los menores con esta enfermedad. "Por ley, ningún colegio estatal puede negarse a incluir una dieta específica para estos niños. Debe existir una única persona encargada de ese menor", apuntó la presidenta.

«En las fiestas de cumpleaños y bodas no suelo comer nada» A Lola Serrano le diagnosticaron la alergia al gluten cuando tenía 28 años. Ella recuerda que ya con 14 años solía tener dolores de barriga y el vientre inflamado, que pasaron a convertirse en diarreas cada pocos meses a los 18 años. "A partir de los 24 años hasta que me diagnosticaron la celiaquía, me encontraba mal del estómago todos los días", afirmó. Serrano dice que los médicos tampoco ayudaban mucho en sus diagnósticos, ya que afirmaban que podría ser estrés o colon irritable. Lola, con 28 años pesaba 49 kilos, medía 1,68 metros y estaba completamente desnutrida, con la anemia por las nubes y se le empezaba a caer el pelo. "Menos mal que en Cádiz un médico me dijo que era celíaca y que iba a estar quince días con una dieta sin nada de gluten", explicó Serrano, mientras añadía que en esos años el cambio de carácter normal en los celíacos se tradujo en ella en una hiperactividad. A partir de ese momento, su estado de salud comenzó a mejorar y en una semana ya ganó medio kilo con la nueva dieta y le aumentó la talla de los zapatos un número y medio. La noticia sobre su enfermedad dentro de la familia no pilló de sorpresa, puesto que Lola tiene dos tías maternas que también son alérgicas al gluten. Antes de que le hicieran el diagnóstico, a Lola, como a cualquier chica joven, le gustaba salir para tomarse algunas cervezas y tapear. "Sin embargo no me costó mucho hacer el cambio en la dieta, cambié la cerveza por el vino y así con todo", destacó Lola Serrano. Aunque sí que reconoce que echa mucho de menos desayunar con churros, "me encantaban", reconoció. Desde que Lola fue diagnosticada de celiaquía comer fuera de casa se convirtió en toda una aventura y si planificaba un viaje al extranjero siempre se tenía que llevar el pan especial para celíacos, porque es lo más complicado de conseguir en los restaurantes. Lola recordó una anécdota en un buffet de Francia, donde todo era o rebozado o con pasta. "Al final tuve que comerme parte de las lentejas que le había hecho a mi hija pequeña". Eventos especiales. Los cumpleaños y las bodas también suponen un descontrol. "En las fiestas de cumpleaños no suelo comer nada y en las bodas, la copa del principio con los canapés tampoco. Durante la cena intento que me sirvan algo diferente", destacó. Además, cuando sale con sus amigos al principio éstos se agobiaban un poco por Lola y en su casa, su marido Manolo se ha acostumbrado a consumir ciertos productos para celíacos como los yogures o algunos rebozados. "Pero siempre hay que hacer distinciones, yo tengo mi tipo de pasta y él la suya por ejemplo", afirmó Lola. Saltarse esta estricta dieta puede ser peligroso, porque aunque a Lola no le repercute excesivamente en dolores abdominales, sabe que el daño se hace. Cada año Lola debe hacerse unas revisiones con una analítica para controlar los anticuerpos, pero a pesar de todo, afirma que lleva una vida completamente normal aunque con algunas diferencias.