Son las 20.30 horas. Una furgoneta de la asociación Padre Enrique Huelin aparca frente al hospital Virgen de la Victoria. Junto al presidente de la asociación, Antonio Gómez, un voluntario, Jordi, accede al interior del centro hospitalario y sale a los pocos minutos cargado con tres contenedores llenos de comida de la cafetería del personal, los introduce en el vehículo y ya están listos para dirigirse al siguiente punto de recogida. No está muy lejos. Es la parte trasera del Clínico, donde se ubica la cocina del hospital. Recogen más cantidad de comida.

En tiempos de crisis cualquier ayuda es buena, por ello el Clínico, a través de su departamento de Atención Ciudadana, inició hace tres meses una iniciativa más que solidaria. Cada día, a última hora de la tarde, los excedentes de comida de la cocina del Clínico y los de la cafetería del personal del hospital son donados a esta asociación para su posterior reparto a las familias más necesitadas. "Contacté con el banco de alimentos Bancosol para hacerle esta proposición y me habló de la asociación Padre Enrique Huelin, me pareció fantástico. La comida que sobra cada día del hospital, al ser perecedera, debemos tirarla si no se consume. Muchas familias necesitan esa comida y se entrega ese mismo día para que no pierdan sus propiedades", explicó la coordinadora, Concha de la Rubia.

Entrega. A las 21.30 horas la furgoneta de Padre Enrique Huelin está lista para volver y entregar la comida a decenas de personas que están esperando. Normalmente obtienen una media de 63 raciones para cubrir esta necesidad básica de los vecinos más golpeados por la crisis. Para no romper la cadena de frío-calor la asociación ha adquirido los contenedores necesarios para transportar estos alimentos. "Hoy vamos para la asociación de vecinos La Luz, aunque normalmente entregamos la comida en nuestra asociación", explica Antonio Gómez. Las cifras de las que habla abren los ojos a cualquiera: los diferentes repartos de comida (cheques menú, comida procedente de Bancosol, etc.) van dirigidos a cerca de 900 personas. Aunque Antonio supera los 70 años, reconoce que este afán por ayudar a los demás le viene de siempre: "Cada noche me acuesto pensando que he podido solucionar el problema de algunas personas. Mañana es otro día y hay que seguir en la lucha".

Con el cielo ya oscurecido, en la asociación de vecinos La Luz decenas de personas esperan a recoger su ración de comida. Dentro, la actividad va a pleno rendimiento. Los ocho voluntarios se esfuerzan por trabajar en cadena para tener envasada la comida en raciones equilibradas lo antes posible. Ya puede entrar la gente. "Desde marzo vengo cada día. Estoy en paro y el dinero que gana mi marido va íntegro para la hipoteca. Esta ayuda se nota a final de mes y así he podido comprarle a mi hijo unas zapatillas que se le han roto. Además, ayudo a Padre Enrique Huelin los jueves como voluntaria", explica Toñi, una de las usuarias. Mari Carmen es la tercera vez que viene con su hija. "Se nos incendió la cocina y no tenemos seguro. Mientras cubrimos ese gasto extra venimos aquí para la comida. Antonio Gómez y toda la asociación se vuelcan en ayudarnos", afirma. En menos de diez minutos las mesas están vacías. "Aquí parece que no ha ocurrido nada", afirma satisfecha la presidenta, Victoria Martín. Mañana vuelve la actividad.